OFFSIDE: SPORTS ROMANCE GAY

Luke y Marcus en Escocia

Una historia extra de Offside, protagonizada por Luke y Marcus y basada en ese viaje a Escocia que hacen en el primer libro.

LUKE Y MARCUSSPORTS ROMANCESPICYGAY ROMANCEOFFSIDE

Tania Albeira Rodriguez

7/15/20255 min leer

Escribí esta historia, pero al final no entró en Offside. Está situada en Escocia cuando Luke y Marcus deciden hacer una escapada de fin de semana.

Luke preparó la maleta para los dos mientras Marcus le aseguraba que no necesitarían apenas ropa. El periodista le miró divertido y le pidió que hiciera algo útil.

—En Edimburgo ahora mismo hay menos cinco grados, Ricitos de Oro —le aseguró Luke.

—No vamos a pasar frío —prometió Marcus mirándole con esa expresión tan suya de chico bueno.

—¿Dónde vamos a dormir?

—Ni puta idea —admitió Marcus—. Es un plan improvisado, Lucky Luke.

—Dios, jugar en Old Trafford te ha vuelto un capullo —se burló Luke. Marcus soltó una carcajada y se acercó a él para besarle. Cuando separaron sus labios Luke se obligó a no volver a unirlos—. Reserva una habitación.

—¿No prefieres un castillo?

—¿Quién responde que no a esa pregunta? —dijo Luke entre risas.

Marcus encontró un lugar increíble y decidió que sería una sorpresa para Luke.

—¿Dónde está el hotel? —preguntó el periodista después de guardar las maletas en el Range Rover y de acomodarse en el asiento del conductor.

—En North Berwick. En Edimburgo no había una sola habitación disponible. ¿Te puedes creer que la gente planifica sus viajes con antelación?

—Sí. Son unos inconscientes —dijo Luke riéndose.

El viaje se pasó rápido entre risas y un montón de conversaciones. Se sentían tan cómodos el uno con el otro, que podían hablar de cualquier cosa. Marcus cambió la dirección en el navegador del coche para que no fueran al pueblo, como le había dicho. Era una sorpresa, pero Luke estaba al volante y tenía que saber cómo llegar.

—¿Estás seguro de que es por aquí? —preguntó Luke extrañado al ver un camino estrecho. Marcus asintió—. La ciudad está hacia el otro lado.

—No vamos a la ciudad. ¿Tú no querías ir a un castillo? —preguntó Marcus. Luke soltó un grito de sorpresa y el futbolista señaló la torre que se veía al final de la carretera—. Pues… No he podido conseguir un castillo con tan poco tiempo, pero...

—Te amo infinitamente.

—Yo más.

—No hay nada mayor que el infinito, idiota —replicó entre risas.

—El infinito elevado a «Luke, te amo tanto que me casaría contigo en un puto castillo».

Las sillas estaban tapizadas con tela de tartán escocés. La biblioteca era preciosa y acogedora, perfecta para leer un libro relajado junto a la chimenea. Había armaduras, cuadros y espadas decorando el interior de la torre. El dueño les había dejado las llaves en un pequeño buzón que había a la entrada. Luke se quedó alucinado leyendo el papel de la reserva.

—30 habitaciones —murmuró sin caber en su asombro. Marcus asintió feliz—. Has reservado una torre del siglo XVI para los dos.

—Sí. Te dije que quería que nos perdiéramos juntos y...

El final de la frase de Marcus se estrelló en la boca de Luke cuando él le acarició el pelo y empezó a besarle. Dejaron las maletas a la entrada y se miraron antes de volver a pegar sus labios. Caminaron hasta el salón sin soltarse y sin fijarse en nada que no fueran ellos. Había una estantería con libros y una gran mesa de madera con varios panfletos que explicaban la historia de la torre.

Al fondo había un sillón tapizado, que parecía el trono de un auténtico rey.

—Me encantaría tenerte desnudo en ese sillón de ahí —señaló Luke, mordiéndose el labio.

—Se nota que llevas mucho tiempo sin sexo —le vaciló Marcus.

—Una eternidad —reconoció Luke.

—Yo también.

—Pues desnúdate y siéntate ahí, Ricitos de Oro —le ordenó Luke. Marcus sonrió ante su exigencia y obedeció. Lo hizo despacio, a pesar de su impaciencia—. Es imposible tardar tanto en quitarse unos pantalones.

—Puedes hacerlo tú mismo si quieres.

Luke se acercó a él y le dio un beso ardiente, mordiendo su labio inferior y recorriendo toda su boca con un deseo abrasador. Marcus le desabrochó los pantalones y los bajó hasta que cayeron al suelo. Luke gimió cuando la mano de Marcus se posó en su entrepierna. El soltó el cordón del chándal que llevaba el futbolista y no pudo evitar sonreír.

—No llevas calzoncillos —dijo asombrado al verle desnudo, con su erección sobresaliendo.

—No he llevado unos limpios al estadio. Me los he dejado en la maleta y no me iba a poner los sucios.

—Deberías hacer esto más a menudo —sugirió Luke mientras le acariciaba la cintura y seguía bajando.

—¿Me estás pidiendo que no lleve ropa interior, Lucky Luke?

—Eh… Sí. Y también que te sientes en ese jodido trono y que me folles.

—Eres jodidamente sexy —opinó Marcus, mientras se agachaba para chuparle—. Joder, te he echado tanto de menos que pensaba que me iba a volver loco.

Luke hundió una mano en el pelo de Marcus y lo acarició con suavidad mientras le decía que le amaba. Marcus agarró el miembro de Luke y se lo metió en la boca, masajeándole los testículos con una mano.

—Oh, joder. Si sigues haciendo eso… Voy a correrme —afirmó Luke mientras Marcus le colmaba de caricias, sin dejar de lamer toda su longitud.

—No estás tan cerca —le contradijo Marcus, dejando claro que le conocía demasiado bien. Después metió un dedo en su interior y lo movió, observando fascinado cómo Luke se balanceaba y se convertía en un amasijo de gemidos y balbuceos. Tenía la cara roja y los labios hinchados de tanto besarse. Marcus nunca había visto a nadie tan caliente y adorable a la vez, hasta que ese chico que se derretía bajo sus manos, apareció en su camino.

—Ahora sí —dijo Luke con un delicioso gemido.

Marcus sonrió y se sentó en el sillón, totalmente desnudo. Luke se colocó encima. Le necesitaba dentro suyo, y no esperó. Emitió un grito de dolor y Marcus le acarició la cara.

Mo ghràdh, no tenemos prisa. —Luke se sonrojó al oír esas dos palabras. Marcus acababa de llamarle su amor. Su voz sonaba más dulce que un plato de tortitas con nata para desayunar—. A no ser que, quieras hacerlo en las treinta habitaciones. En dos días no creo que nos dé tiempo.

—¿Desde cuándo sabes gaélico escocés?

—Desde que mi novio me hizo ver Outlander con él —respondió Marcus divertido. Luke le besó y volvió a colocarse en la postura perfecta para que Marcus entrara en su interior. Esa vez no sintió dolor, si no un placer inmenso. Ninguno paró hasta que acabaron temblando, abrazados, gritando y gimiendo, cada uno en la boca del otro.

—Hmmm. ¿Sabes en cuál de las treinta habitaciones vamos a dormir? —le preguntó Luke, con la cabeza apoyada en el pecho de Marcus mientras él le acariciaba el pelo.