OFFSIDE: SPORTS ROMANCE GAY

Los amigos de Luke

Una historia extra de Offside, en la que Marcus conoce a los amigos de Luke.

Tania Albeira

2/25/20256 min leer

Esta historia corta y extra de Offside está ambientada hace un año, cuando Marcus conoce a los peculiares y a la vez ordinarios amigos de Luke. Marcus es futbolista del Redfox, un equipo pequeño de la segunda división inglesa y Luke, trabaja en un periódico muy conocido. Los dos llevan su relación en secreto, salvo con las personas más cercanas.

Daniella estaba sentada en el sofá, contándole a Avery un chascarrillo poco interesante de su trabajo en el banco de Westbrown, pero él la escuchaba con devoción. Todavía no eran novios, aunque Avery soñaba con ello cada noche. Llevaba enamorado de Daniella desde los quince. Luke sacó la cena del horno de su pequeño apartamento alquilado en el número 33 de Green Drive. Cuando sonó el timbre, dejó el molde con el pastel de carne en la encimera y se acercó a abrir con una sonrisa, convencido de que sería Marcus. Sin embargo, allí estaban George y Jacob, mirándole divertidos.

—Deberías alegrarte un poco por vernos —le vaciló Jacob, dándole un empujón cariñoso.

—Me alegro —dijo Luke algo cortado, antes de saludarles e invitarles a que entraran—. Daniella y Avery están en la sala.

—¿Tu novio todavía no ha llegado? —preguntó George, aunque conocía de sobra la respuesta.

—No. Él vendrá enseguida. Tenía entrenamiento —respondió Luke—. ¿Tenéis ganas de conocerle?

—Sí, nos morimos de ganas —ironizó Avery en alto desde el salón.

—Mi sueño siempre ha sido conocer a un futbolista del Redfox —añadió Jacob, haciéndose el gracioso.

—Sois gilipollas, en serio —les reprendió Luke—. Se supone que somos amigos. Deberíais alegraros de lo que tenemos Marcus y yo.

—Anda, Luke, no seas tonto. Claro que nos alegramos por ti —aclaró Daniella, dándole un abrazo y un sonoro beso en la mejilla—. Ese chico tiene mucha suerte.

—Estaría bien que os aprendierais su nombre. Y yo también tengo mucha suerte —replicó Luke decidido.

—Eso no lo sabemos —opinó Avery—. Todavía no lo conocemos en condiciones.

En ese momento, el timbre sonó, haciendo que los amigos de Luke se rieran por la casualidad. El periodista se acercó a abrir y se quedó boquiabierto al ver a Marcus vestido con un elegante traje de color negro. Su camisa, como siempre que llevaba una, estaba a medio abrochar. En sus manos sujetaba una caja con una tarta de la mejor pastelería de Westbrown.

—No me ha dado tiempo a hacer el pastel de limón. Después del entrenamiento, hemos tenido sesión de fotos con los trajes del equipo. Siento llegar tan tarde.

—Oh, no pasa nada. Me da pena que la sesión de fotos haya pillado en mi día libre. Me habría encantado ir a trabajar hoy. —Marcus se rio al escucharle y Luke se ruborizó.

—¿Me vas a dejar entrar?

—¿Vas a darme un beso?

Marcus sonrió antes de entrar en el apartamento y apoyar la tarta en el suelo para besarle. Luke hundió las manos en sus rizos dorados y sedosos, y los dos unieron sus labios. Luke estaba convencido de que sus amigos seguían en la sala. En realidad, estaban allí mismo, carraspeando y haciendo bromas sobre él y Marcus. Cuando separaron sus labios, la cara de Luke estaba roja como un tomate por culpa de cómo les miraban sus amigos. Se preguntó si aquello sería siempre así. Si siempre tendría que cortarse cuando estuvieran con ellos. No es que le criticaran abiertamente, pero sus gestos y sus caras eran suficientes.

—Él es Marcus —anunció Luke, acercándose a George, Daniella, Avery y Jacob.

—Encantando —dijo el futbolista, saludándolos. Daniella se acercó a él para darle dos besos y Avery le miró muerto de celos.

—Ya le conocemos —le recordó Avery—. De aquel día en el pub de los dardos.

—Oh, vale. Entonces podéis iros —ironizó Luke. Le hacía ilusión que sus amigos conocieran a su novio, pero después de ver cómo se comportaban y de ver a Marcus, quería quedarse solo con él.

—Bueno, aquella noche no vestía así —recordó Daniella. Avery se contuvo para no decir nada. Sabía que Marcus era gay, de hecho, era de las pocas personas que conocía su secreto, pero le fastidiaba que Daniella le mirase con esa fascinación.

—Sí, él iba más... Normal —comentó George.

—¿Tenéis algún problema con su forma de vestir? —preguntó Luke mosqueado.

—Ninguno, pero es un poco shock pasar de verle con una camiseta de Rock y unos vaqueros rotos a hacerlo con un traje tan elegante —admitió Jacob, intentando rebajar la tensión que se estaba creando. Marcus se quedó en silencio. Esa cena era importante para Luke y no quería que saliera mal, pero fue el propio Luke el que respondió a su amigo.

—¿Vais a comportaros como unos idiotas toda la noche o solo un rato?

—Solo era un comentario —se defendió Jacob.

—Bueno, Marcus. ¿Qué haces además de jugar al fútbol y de dejar a Jacob en shock? —dijo George, vacilando a su amigo.

—Oh, muchas cosas. Tengo un montón de aficiones.

—Dices además de besarte con Luke, ¿no? —dijo Daniella divertida mientras todos se sentaban a la mesa.

—Sí, aunque esa es de mis favoritas —replicó Marcus, regalándole a su novio una sonrisa cálida y preciosa.

—Y tu favorita… ¿Cuál es? —preguntó Avery intrigado—. No estamos hablando de nada sexual, que conste.

—Oh, vaya, es una pena porque... —bromeó Marcus, pero se calló al ver que le miraban con cara de pocos amigos. Luke volvió a sonrojarse y a sentir que sus amigos eran idiotas—. Me encanta estar con Luke, leer, cocinar, conducir, escuchar música, jugar al fútbol…

—¿Lees libros? —dijo Daniella con curiosidad. Estaba claro que los amigos de Luke pensaban que Marcus solo sabía darle patadas a un balón y salir de fiesta—. Lo digo porque no conociste a tu chico en una biblioteca, si no en un pub cochambroso.

—El New 52 no es un pub cochambroso —gruñó Luke—. Y, sí, Daniella, lee libros. Joder… ¿Podéis dejar de interrogarle como si fueseis unos chiflados?

Los seis se sentaron a la mesa. Daniella insistió en ocupar el sitio que había al lado de Luke y, Marcus se sentó en la otra punta. Los dos se miraron sintiendo que estaban muy lejos y que aquello parecía más una encerrona que una cena de amigos. Según iba conociéndolos, Marcus tuvo claro que jamás encajaría en ese grupo. Miró a Luke y no pudo comprender cómo esos cuatro eran sus amigos, pero decidió que se esforzaría, solo por él.

Cuando terminaron de cenar, Luke y Marcus se acercaron a la cocina para sacar la tarta de la caja, cortarla y ponerla en los platos. Tardaron poco en prepararlo todo y antes de regresar al comedor, Luke cerró la puerta. Después le rodeó con sus brazos y le preguntó si estaba cómodo.

—Ahora sí —admitió Marcus, envolviéndose en su abrazo y respirando su olor tan dulce y delicioso, y no solo por su inconfundible desodorante de vainilla.

—Lo siento. Se están portando como unos capullos contigo.

—No me conocen —les excusó Marcus.

—Joder. ¿Cómo pudiste hacerte este tatuaje? —Luke le acarició la tripa con delicadeza, señalando la frase bad boy que llevaba marcada debajo del ombligo. Marcus se estremeció al notar su tacto, y le regaló una sonrisa petulante.

—Sales conmigo por ese tatuaje.

—Eres bobo. Salgo contigo porque me encantas, eres jodidamente maravilloso. En serio, gracias por esforzarte tanto —dijo Luke, pegándole más a él.

—No estoy haciendo nada, Luke. Tus amigos son importantes para ti, y tú lo eres para mí. Así que, conocerlos es lo mínimo que puedo hacer. Creo que es una de mis obligaciones de novio.

—¿Qué más obligaciones hay? —replicó Luke en tono mimoso, sin moverse.

—Hmm… ¿Orgasmos infinitos? —Luke se mordió el labio—. Ah, sí, también hacerte reír, escucharte y aguantarte, aunque seas del maldito Stanleyfield United.

—A veces se me olvida que eres un hooligan de los Wanderers —le vaciló Luke, recordando que cada uno era aficionado de dos de los equipos que peor se llevaban en toda Inglaterra, los de Stanleyfield, la ciudad en la que nació Marcus.

—Soy un hincha, no un hooligan.

—Eres adorable —dijo Luke, antes de besarle.

—Deberíamos volver. Van a venir a buscarnos y a ti te da corte que nos vean así —observó Marcus.

—Es que... —Luke se intentó disculpar—. Sabes que no es por ti, ¿no? Es porque ellos son muy... No sé cómo explicarlo.

—Lo entiendo —le tranquilizó Marcus. Le parecía una mierda que Luke no pudiera ser él mismo con sus mejores amigos. Sin embargo, decidió que no era quien, para juzgarlo, y se alegró de que, con él, Luke no se guardara nada y se mostrara tal cual era.

Cuando llegaron al comedor, Daniella y Avery les aplaudieron y les vitorearon, echándoles en cara que habían tardado una eternidad en volver con la tarta. Luke miró a Marcus y le susurró algo al oído.

—Teníamos que habernos quedado en la cocina.

Marcus asintió y se imaginó lo que habría pasado si se hubieran quedado allí. Seguro que habría cumplido varias de sus obligaciones de novio. Sobre todo, la de orgasmos infinitos.