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La camiseta de Black Sabbath
Esta historia extra está ambientada en la primera cita de Luke y Marcus
Tania Albeira Rodriguez
11/11/202511 min leer


Luke llegó tarde al restaurante donde había quedado con sus amigos Daniella, Avery, George y Jacob. Llevaba una camiseta de los Black Sabbath que le quedaba un pelín grande y olía a Marcus, a su desodorante de menta y a algo afrutado. Luke jamás había olido nada tan dulce. Hasta anoche tampoco se había acostado con nadie sin tener varias citas antes. Se habían despedido hace un par de horas con un beso en su BMW y Luke necesitaba volver a verle. Marcus no se había enfadado con él por su idea de que llamara a Ryan Cole, el ojeador del Northwalk. Él sabía que Luke no tenía la culpa de que el equipo finalmente no le quisiera, pero Luke se sentía como una mierda por haberle arrastrado hasta allí. No se quitaba de la cabeza la cara con la que Marcus había salido de Sandhill. Estaba desilusionado, herido y vulnerable. Luke solo pudo abrazarle y hacerle caso cuando él le pidió que le sacara de allí.
—Luke, tu camiseta es horrorosa —comentó Daniella como siempre sin filtro. Su comentario a Luke le dolió. No era la música que solía escuchar, pero adoraba esa camiseta desde que Marcus se la había prestado esa misma mañana.
—Pues a mí me gusta —le aseguró Luke.
—¿Cuál es tu canción favorita? —le interrogó George mirándole con diversión.
—Little Things de One Direction —respondió convirtiéndose en el centro de las risas de George y Avery.
—Decía de Black Sabbath, Luke —aclaró George.
—Oh... Yo... —Luke pensó a toda velocidad en una canción. «Mierda, no. Number of the beast es de Iron Maiden. Y esa que habla de romper la ley... ¿De Judas Priest? Joder, no me sale ninguna».
—Paranoid, War Pigs, The Wizard, Fairies Wear Boots... —Parecía que Jacob estaba más que dispuesto a citar toda la discografía del grupo de Birmingham.
—No entiendo por qué llevas una camiseta de ese grupo si no te gusta ninguna canción —le criticó Daniella. Luke no pudo negar que ahí tenía un poco de razón.
—Porque no es mía —soltó Luke antes de que el camarero se acercara a tomarles nota. Sus cuatro amigos le miraron como si acabaran de salirle cuernos de diablo y cola—. Pero me parece bonita.
Después de que cada uno pidiera su cena, Avery miró a Luke fijamente y comenzó el interrogatorio.
—¿De quién es esa camiseta, Luke?
—Si... Si os cuento esto, no puede salir de aquí, ¿vale? —Luke sabía que si no se lo decía sus amigos le iban a someter a un interrogatorio digno del MI6—. Lo digo en serio. No podéis contárselo a nadie.
—No saldrá de aquí. Somos tus amigos no unos chismosos —se defendió Avery. Daniella y George le dieron la razón, pero Jacob no pudo evitar soltar una broma.
—Pero queremos saber hasta la talla de su calzoncillo.
—¿Os acordáis de Marcus?
—¿El chico problemático que la lío en ese pub de Walkey Road y al que tú salvaste el culo a pesar de que te dijimos que no lo hicieras? —
le preguntó George.
—Lo primero, Marcus no es un chico problemático y lo segundo, soy mayorcito para tomar mis propias decisiones, George. Yo os dije que necesitaba ayuda —les recordó Luke.
—Menos mal que no te metiste en la pelea —opinó Daniella—. Espera... ¿Ese chico no era futbolista?
—Era el delantero del Westbrown —aclaró George.
—¿Y te has liado con un amigo suyo o algo así? —Avery quería ir al grano. Luke negó con la cabeza—. ¿Entonces?
—¿Sabéis que aunque sea futbolista también puede ser queer, no? —se molestó Luke. Odiaba ese cliché de que todos los futbolistas salían con mujeres supermodelos.
—¿Es bi? —Quiso saber Jacob.
—Es gay, pero no podéis decírselo a nadie.
—Que sí, pesado —le regañó Daniella—. Oye, Luke, no sabía que te gustaban los chicos malos.
—Marcus no es un chico malo —afirmó Luke.
—Claaaaaro —ironizó Avery—. Y yo soy astronauta.
—A veces dan ganas de mandarte al espacio —bufó Luke. George y Jacob se echaron a reír.
—Espera, ¿te has acostado con él sin tener una cita? —le interrogó Daniella. Luke asintió—. ¿Te ha drogado o algo?
—¿Podéis dejar de decir gilipolleces? —se molestó Luke.
—¿Y tú puedes decirnos desde cuando eres tan... promiscuo? —soltó Avery.
—Luke no es promiscuo —le defendió Jacob—. Pero algo tendrá ese chico para que se haya acostado con él sin tener una cita antes.
—Gracias, Jay. —Luke ignoró el comentario de Avery—. Marcus es... divertido, adorable, irónico y también la hostia de misterioso. Tengo la sensación de que nunca lo ha tenido fácil.
—Avery tiene razón. Es un chico malo de manual, Luke —le recriminó Daniella—. Y tú ya no tienes dieciséis, como cuando te pillaste por el malote del instituto.
—No es lo mismo —se defendió Luke—. Marcus me gusta y creo que yo también a él. Esta mañana me ha preparado un capuchino y ha intentado dibujar un corazón con la crema.
—La gente como él hace muchas cosas para conseguir lo que quiere. —Avery fue tajante.
—¿Y qué coño quiere según tú? —le espetó Luke harto de que sus amigos se estuvieran comportando de esa manera.
—Acostarse contigo, utilizarte y luego pasar de ti —contestó él.
—Nos acostamos anoche y nos hemos vuelto a acostar hoy por la mañana. Cuando nos hemos despedido hace un rato le he besado y él me ha devuelto el beso —explicó Luke.
—¿Lo de llevar su ropa puesta es una especie de juego? —Quiso saber Daniella.
—No. Ayer llovió mucho y de camino a su apartamento nos calamos. Hoy la ropa seguía mojada y me ha prestado la suya.
—¿Dónde vive? —se interesó Jacob.
—En Ground Hill —respondió Luke.
—¡Ni que fuera la cuesta de San Francisco! —protestó Daniella sin entender cómo pudieron acabar empapados—. Está ahí al lado, Luke.
—La bajamos besándonos por eso tardamos más.
La confesión de Luke hizo que sus amigos se quedaran boquiabiertos y que tardaran un poco más en empezar a cenar a pesar de que ya tenían los platos.
—Deberías olvidarte de ese chico. Está claro que no te conviene. Todavía estás a tiempo, no te has enamorado del todo —matizó Daniella mientras le daba un trago a su vaso de vino.
—No sé para qué os lo he contado. —Luke estaba cabreado consigo mismo. Esperaba que sus amigos se alegraran por él. No sabía si lo de anoche y lo de esa misma mañana iba a repetirse. Le dolía pensar que podía no volver a suceder y estaba convencido de que Marcus ahora podía odiarle por haberle pedido que llamara a Ryan y porque todo había salido mal.
—Luke, no digas eso. Somos tus amigos. Cuéntanos cómo fue, anda —le pidió George en tono comprensivo. Luke dudó y los cuatro le prometieron que no iban a contárselo a nadie.
—Marcus vino a mi casa asustado porque se enteró de que soy periodista. Como no sabía el timbre me llamó a gritos. El señor Madders se puso hecho una furia.
—Eso tuvo que ser divertido. Nunca le has caído bien a ese tipo —comentó Jacob.
—Es mutuo —admitió Luke—. El tipo amenazó con llamar a la policía, pero no lo hizo. Marcus y yo hablamos. Entiendo que estuviera asustado. Miller lleva toda la temporada cubriendo sus noticias y es lo peor.
—Llevas cinco años diciendo eso —le recordó Daniella. Luke y Miller se conocieron en la universidad y les tocó compartir residencia durante un curso. Nunca fueron amigos, lo suyo era más bien una relación cordial. Luke odiaba sus métodos y los comentarios de mal gusto que hacía. Por eso se asustó y se pasó toda su época universitaria en el armario y odiándose a sí mismo por ello.
—Es la verdad —insistió Luke.
—¿Qué más pasó? —George le pidió que continuara, pero Avery le interrumpió.
—Ahórrate los detalles de la cama, Luke.
Él asintió en silencio. Los amigos de Luke jamás hablaban de sexo, era el tema tabú por excelencia en esa cuadrilla. Luke lo había asumido aunque sabía que el sexo era algo natural de lo que no debía avergonzarse.
—No pensaba contarlos —afirmó Luke. Nunca se había sentido tan cómodo en la cama como con Marcus, pero sus amigos jamás lo sabrían—. Como estaba empapado por la lluvia le presté una camiseta del Stanleyfield United.
—Oh, dios. ¡Hicistéis un intercambio de ropa sin ni siquiera salir! —Daniella puso el grito en el cielo y los comensales de otra mesa se giraron para ver qué sucedía.
—Y sin apenas conocerse —añadió Avery. Luke puso los ojos en blanco.
—¿Qué pasó con la camiseta? —preguntó Jacob.
—Oh, él es de los Wanderers y me dijo que ni muerto se ponía algo así. —Luke no pudo evitar sonreír mientras lo explicaba.
—¿Nos hemos perdido algo? —ironizó George—. Luke, tú eres del Stanleyfield United. Lo normal habría sido que le echaras de tu casa.
—¿Por ser de los Wanderers? —se extrañó Luke—. Puede que no seamos del mismo equipo, pero...
—Sois de los equipos que peor se llevan en toda la tierra —le cortó Jacob.
—¿Y por eso no podemos llevarnos bien? —se sorprendió Luke—. Menuda gilipollez.
—Ahora entiendo por qué la noche acabó así —bromeó Jacob—. El pobre futbolista se quedó sin camiseta y Luke no pudo...
—Jacob, por favor —le regañó Avery.
—Le dejé una del Leeds —afirmó Luke.
—¿Él lleva esa camiseta ahora? —le preguntó Daniella. Luke negó con la cabeza—. No lo entiendo, Luke. Has renunciado a tu regla de las citas y has pasado la noche con un chico que es del equipo que más odias.
—No odio a los Wanderers. Solo hay una rivalidad y ya está. Lo de la regla de las citas... No es cierto. Puede que lo haya hecho hasta ahora porque me he llevado muchas hostias, pero con Marcus es distinto. Él hace que me sienta... Yo mismo.
Luke no lo dijo, pero en su grupo de amigos le costaba sentirse así. Le gustaba pasar tiempo con ellos y escuchar las anécdotas de Jacob en su trabajo de informático y las peripecias de George como profesor en prácticas. También le encantaba que compartieran recetas de cocina y que charlaran sobre series y libros, pero en el fondo siempre se preguntaba si de verdad encajaba y si no había otra forma de hacer las cosas. A Luke le costaba decir que no y muchas veces acababa metido en planes que no le agradaban nada, como cuando Daniella organizaba fiestas con sus compañeros del trabajo. Si de normal tenía dudas, en esos momentos tenía claro que ese no era su sitio. Quería asumir que lo era porque llevaban siendo amigos desde el instituto.
—Él no hace nada, Luke —le corrigió Daniella sacándole de sus pensamientos—. No le conoces. Solo habéis tenido una noche de pasión. Seguramente se olvidará de ti si no lo ha hecho ya.
—Ya ni se acordará de tu nombre —añadió Avery mirándole con pena. Su comentario a Luke le hizo más daño que una quemadura con aceite caliente.
—¿Y? —Luke le miró fijamente y Avery se encogió de hombros—. Si eso pasa me joderá porque no quiero que se acabe aquí, pero no me voy a arrepentir nunca de lo que hicimos ni de haberle conocido.
—Vas a acabar mal, Luke —vaticinó Avery.
—Eso no lo sabemos —le corrigió Jacob—. Igual es el amor de su vida.
—Claaaro y lo encontró en una pelea en mitad de un pub —ironizó Daniella.
Sus amigos dejaron el tema después de que Luke les pidiera por enésima vez que parasen. Daniella se disculpó con él cuando iban de camino a The Crown, el mejor pub de todo Westbrown para jugar a los dardos.
—¿Sabes que solo nos preocupamos por ti, no? —le dijo ella—. No queremos que ese chico te haga daño.
—Se llama Marcus.
—No queremos que Marcus te haga daño —aclaró Daniella.
—No le conocéis.
—Tú tampoco, Luke. —Ahí Daniella tenía un poco de razón—. Le salvaste y le llevaste a tu casa después de esa pelea. Él podía haber sido un psicópata o alguien peligroso.
—No lo es y puede que no le conozca mucho, pero sé que quiero hacerlo.
Daniella hizo una mueca torciendo el labio y no le dijo nada. Luke lo agradeció, no le apetecía volver a discutir. En cuanto entraron a The Crown Jacob y Daniella insistieron en jugar a los dardos. Luke se ofreció a preparar la diana, pero cuando llegó allí se quedó paralizado. Marcus estaba de espaldas a punto de hacer un lanzamiento. Sus ojos azul océano estaban fijos en el centro de la diana. Luke dio un paso atrás como si tuviera miedo de molestarle. Marcus lanzó directo al centro y la máquina emitió una música alegre. Luke sonrió como un idiota hasta que vio que Marcus no estaba solo. A su lado había una chica con el pelo largo y oscuro, pero con mechas rubias. Llevaba unos vaqueros negros y un top del mismo color. Luke sabía que Marcus era gay, se lo había confesado la noche anterior antes de que se acostaran. Sin embargo no pudo evitar sentirse un poco celoso porque esa chica pudiera conocerle y pasar tiempo con Marcus y él no. Luke se quedó cortado cuando ella le preguntó qué leches estaba mirando. Marcus se giró al escuchar la voz de Luke y los dos se sonrieron. Luke descubrió que la amiga de Marcus se llamaba Mia y que se conocían del instituto de Westbrown.
Luke regresó con sus amigos tras hablar con ella y quedar con Marcus en verse más tarde. Se sentía como si estuviera flotando en una nube de algodón. Daniella y Avery intercambiaron una mirada de preocupación al verle tan feliz.
—¿Y la diana? —bufó George—. Podías habernosla guardado después de pasarte diez minutos ligando con él.
—No estaba ligando —se defendió Luke—. Y si queréis podéis ir a jugar. Ahora está libre.
—¿Tú no juegas? —le preguntó Jacob. Luke se encogió de hombros—. Espera, ¿esto lo haces para que no vea lo penoso que eres jugando a los dardos?
—No, lo hago porque no me apetece y tengo otros planes —anunció Luke. Daniella emitió un grito de sorpresa y Avery negó con la cabeza.
Luke dejó de preocuparse por la reacción de sus amigos cuando vio que Ryan Cole entraba en el pub decidido a buscar a Marcus. Lo había conseguido, por fin tenía equipo y no uno cualquiera, si no uno de Championship y solo quería celebrarlo con Luke. Un rato después Luke regresó al pub, a comprar una botella de champán francés. Sus amigos le miraron alucinados cuando pagó cien libras por un Dom Pérignon.
—Los hay más baratos —musitó Avery.
—Lo sé —respondió Luke—. Pero tenemos algo que celebrar y es nuestra primera cita.
—¿Te ha pedido una cita? —se sorprendió Daniella. Luke asintió mientras colocaba la tarjeta en el datáfono para pagar la botella. La camarera le preguntó si necesitaba también copas y él le dijo que no. Salió fuera con Marcus y se dirigieron al apartamento de Luke sin dejar de hablar sobre el fichaje y sobre los amigos de Luke.
—Creo que quieren protegerte —opinó Marcus en cuanto se subieron al ascensor. Luke puso los ojos en blanco.
—¿De ti?
—No tengo muy buena fama —afirmó el futbolista.
—¿Vas a pasarte toda la cita convenciéndome de que eres un chico malo y de que debería alejarme de ti? Porque no quiero hacerlo.
—Yo tampoco quiero que lo hagas.
—¿Entonces? —le preguntó Luke cuando las puertas del elevador se abrieron. Marcus le acarició los labios con la yema de sus dedos y le besó allí mismo, en mitad del rellano. Luke suspiró y quiso alargar el beso, pero se frenó—. Deberíamos tener cuidado.
—Es verdad, tus vecinos me odian.
Luke se echó a reír y tiró de él para meterle en su casa. Cerró la puerta con el pie y le dio un beso en condiciones. Cuando frenaron para tomar aire le miró todavía con las manos enredadas en sus rizos.
—Gracias por querer celebrar esto conmigo.




