OFFSIDE: SPORTS ROMANCE GAY

Historia extra de Offside: Cinco días, solo tú y yo
Esta historia extra cuenta cómo fueron las vacaciones del segundo verano que Luke y Marcus pasaron juntos.
Tania Albeira
10/1/202516 min leer


Las mudanzas siempre son duras. Que haga mucho calor o mucho frío tampoco ayuda. Era su segunda mudanza y ambos deseaban que fuera la última. Habían encontrado la casa de sus sueños y acababan de comprarla hace un par de días. Gestionar la mudanza les llevó un día más y ahora estaban inmersos en un montón de viajes desde Westbrown hasta Northwalk. Marcus no llevaba bien el calor. Su piel era tan pálida que era muy fácil que acabara como un cangrejo tras solo cinco minutos expuesto al sol. Luke, en cambio adoraba las altas temperaturas y si viviera en un sitio cálido iría en shorts y en manga corta todo el año. Marcus de eso último no se quejaba. Estaba a punto de comenzar su tercer viaje del día a Westbrown cuando Luke apareció en el garaje de su nueva casa con el móvil pegado a la oreja. Marcus se quedó ensimismado contemplándole desde el maletero de su furgoneta.
—Los del taller tienen mucho trabajo por culpa de las vacaciones y no pueden arreglar el coche hasta dentro de tres semanas. Eso va a retrasarnos la mudanza y... Luego tú te tienes que ir a la gira de pretemporada. —Luke balbuceó nervioso sin saber qué hacer.
—Hmm... Estás estresado. —Marcus tiró de la cintura de los shorts de Luke y le pegó a él. Odiaba el verano, pero no le importaba que durase más solo por ver a su novio con esa ropa tan sexy.
—¿En serio? —ironizó Luke. Marcus sonrió y le rodeó con sus piernas—. Sé lo que intentas.
—¿El qué? —La voz de Marcus fue tan inocente y a la vez tan sexy que Luke acabó mordiéndose el labio. Marcus deslizó una mano bajo la camiseta de Luke para acariciarle la tripa con suavidad.
—Quieres hacerme sentir bien con sexo.
—Quiero hacerte sentir bien de todas las jodidas formas y sí, el sexo es una de ellas. —Luke se echó a reír y le acarició el pelo antes de besarle—. Pero se me acaba de ocurrir otra.
—No me creo que no tenga nada que ver con el sexo —se burló Luke haciéndole reír.
—El sexo y las vacaciones se llevan bien, no puedes negarlo.
—Estamos en mitad de una mudanza —le recordó Luke.
—Vámonos de vacaciones. Cinco días, solo tú y yo a algún sitio lejos de aquí, en el que nadie nos conozca. Con una habitación o una casita en la que podamos hacer el amor cuando nos dé la gana.
—Ya tenemos una casa en la que podemos hacerlo cuando nos dé la gana —le interrumpió Luke—. Vale, está llena de cajas y tiene algunos muebles sin montar.
—Dos. El apartamento de Westbrown sigue ahí, esta casa también aunque nos vayamos unos días. Luke, cuando volvamos podemos alquilar una furgoneta más grande para terminar de traerlo todo.
—Eso sería...
—Práctico y nada arriesgado si lo reservamos y lo conducimos nosotros. Esta furgoneta no es muy grande y últimamente falla la hostia —señaló Marcus.
Barb y Seb se habían ido hace unos días de vacaciones a la Costa Brava y los amigos de Luke no se habían mostrado muy dispuestos a ayudarles con la mudanza.
—Deberías comprarte un coche. —Marcus arqueó las cejas y Luke le sacó la lengua—. ¿Qué? Ya sé que el mío se avería de vez en cuando...
—Prácticamente vive en el taller, pero no estábamos hablando de coches. Te estaba pidiendo que nos perdamos juntos, que nos olvidemos de todo durante al menos cinco días.
Luke se quedó en silencio unos segundos pensando. Después le miró con ojos soñadores y le preguntó.
—¿Dónde quieres ir?
Dos días después se encontraban en el aeropuerto de Florencia. Habían escogido pasar sus vacaciones en la Cinque Terre, una zona de Italia de la que Mario siempre hablaba maravillas. El entrenador del Northwalk decía que los pueblos de allí eran tan hermosos como tranquilos. El avión tardó cuatro horas y nada más llegar tomaron un taxi hasta la estación de tren. Empezaban a estar cansados de andar todo el día de viaje. Ambos estaban deseando llegar al hotel y dormir a pierna suelta hasta el día siguiente. Las vistas durante el trayecto eran espectaculares. La costa italiana resplandecía con sus aguas, playas y colinas. El tren les dejó en Riomaggiore y para llegar al pueblo tuvieron que cruzar bajo un túnel decorado con un montón de mosaicos y obras de arte relacionadas con el mar. Dejaron las maletas en el suelo y se sacaron varias fotos antes de continuar su camino. Cuando llegaron al pueblo buscaron el hotel y se registraron. El corazón de Luke latió con fuerza al ver a Marcus expresarse en italiano. Luke no entendía el idioma, pero cuando le escuchaba hablar le resultaba adictivo y también sexy como el infierno. El hechizo se rompió un poco cuando Marcus agarró las maletas y le hizo un gesto para que salieran de allí junto a aquella simpática recepcionista que era un poco más mayor que ellos.
—¿No vamos a dormir aquí? —le preguntó Luke a Marcus nervioso.
—Nop. Nuestra habitación está en otro sitio.
—¿En qué sitio?
—¿Te acuerdas de que pedimos un sitio discreto y un poco alejado? —le comentó Marcus mientras caminaban. Luke asintió.
—Llevamos todo el día de un lado para otro. Ahora mismo me da igual, como si está en ese edificio. —Luke señaló el edificio que se extendía frente a ellos y Marcus se echó a reír.
—No vamos a dormir en la comisaría, Lucky Luke.
—Oh, vale, pero... ¿dónde leches vamos?
—¿Ves esas escaleras de allí?—Marcus señaló una escalinata de piedra que se veía al final de la calle. Era tan alta que parecía conducir al cielo.
—¡No me jodas! —protestó Luke—. Marcus, sabes que me dan miedo las alturas. ¿Cómo coño se te ha ocurrido pensar que quiero pasar las vacaciones en la torre de Rapunzel?
—No está arriba del todo y en cinco días no te va a dar tiempo a dejarte el pelo tan largo como para sacarlo por la ventana.
La recepcionista no sabía inglés y al escucharles hablar se giró y le preguntó a Marcus si todo iba bien.
—¿Por qué solo te habla a ti? —le comentó Luke algo cortado.
—Le he dicho que no sabes italiano.
—¿Puedes decirle también que nos cambie de habitación? —le suplicó Luke.
—¿Prefieres una rodeada de un montón de huéspedes y con las paredes de papel? Luke, es verano y no había más sitios libres.—Luke asintió resignado—. Yo voy a subir las escaleras contigo y no te va a pasar nada.
La recepcionista le preguntó si quería que les acompañase arriba. Marcus le dijo que no hacía falta y le dio las gracias. La llave era enorme, de esas antiguas que parecían abrir los portones de una ciudad. Luke miró las escaleras una vez más antes de coger aire y mentalizarse para evitar mirar abajo. Marcus se colocó detrás suyo y le aseguró que no le pasaría nada. Apenas tardaron unos minutos en ver una casita de color azul. Las ventanas estaban adornadas con varios tiestos que contenían hortensias en tonos morados, rosas y azules. Las flores hicieron que Luke sonriera. La habitación se encontraba al otro lado de la casa y tenía unos ventanales con más flores, desde los cuales se veía la playa y el mar. Antes Luke solía deshacer las maletas nada más llegar al alojamiento. Desde que Marcus apareció en su vida, Luke se había olvidado de esa costumbre. Las apoyó contra el armario y le atrajo hacia él para besar sus dulces labios.
—Hmm... Me acabo de dar cuenta de algo Voy a pasarme cinco días escuchándote hablar en italiano —comentó Luke sacándole una carcajada.
—Así que pretendes que te hable en un idioma que no entiendes.
—No... Bueno, solo digo que te tocará pedir la cena, el desayuno y todo eso —argumentó Luke.
—¿Te vas a poner cachondo cuando pida dos cafés?
—Hmm...
—Sei adorabile —ronroneó Marcus contra el cuell de Luke—. Sono pazzo di te.
—¿Eso significa que quieres una pizza o algo así?
—No. Significa que eres adorable y que estoy loco por ti.
Luke volvió a besarle, esta vez con más urgencia, uniendo sus lenguas y sus bocas como si no fueran a separarse nunca.
Antes de que empezara a anochecer bajaron al pueblo a cenar. Luke no sabía si le aterraba más subir aquellas escaleras o bajarlas. Marcus le pidió que se lo tomara como una terapia de choque y él le fulminó con sus ojos oscuros. Marcus pidió cena para dos mientras Luke le observaba reprimiéndose para no morderse el labio.
—¿Quieres tiramisú de postre? —le preguntó Marcus al oído.
—Quiero tus labios —le susurró Luke.
—Son tuyos —le respondió en el mismo tono consiguiendo que a Luke también se erizara el vello. Cuando salieron del local, Marcus le dio una de las bolsas de la cena.
—¿Te das cuenta de que Llevamos aquí dos horas y ya hemos estado a punto de enrollarnos en un restaurante?
Marcus se echó a reír y se dio cuenta de que esa vez a Luke las escaleras no le resultaron tan aterradoras. En cuanto llegaron a la que sería su casa durante todas las vacaciones, Marcus encendió un par de velas que había junto a la repisa de la chimenea y las colocó sobre la mesa del salón. Mientras sacaba la cena de las bolsas, Luke se acercó a la ventana. El brillo de la luna se reflejaba sobre el mar y las olas golpeaban sin cesar las rocas de la playa. Marcus se colocó detrás suyo y le abrazó por la cintura. Luke ronroneó y se dio la vuelta para reclamar su boca. Cuando pararon para tomar aire Marcus se apretó contra él, haciéndole sentir lo excitado que estaba y mordisqueándole el labio inferior.
—Llevo todo el día queriendo hacer esto —confesó Marcus mientras le besaba el cuello—. Pensando en besarte, desnudarte, tocarte y escucharte gemir.
—Hmm... Tiene sentido que la habitación esté tan lejos.
Marcus asintió y se quitó la camiseta. Su torso pálido con los músculos marcados, pero no en exceso quedó expuesto. Luke ronroneó y deslizó las manos desde el mentón hasta la parte baja del ombligo de Marcus. Antes de llegar a la entrepierna acarició la uve que marcaba los oblicuos y trazó las líneas de ese tatuaje que era una de las cosas más calientes que Luke había visto en su vida. La respiración de Marcus se agitó por las caricias y la de Luke por el suave tacto de su piel. La mesa estaba lista, pero para ambos el tiempo se había detenido y el mundo había dejado de girar. Marcus deslizó las manos bajo la camiseta de manga corta que llevaba Luke. Antes de quitársela palpó sus caderas y subió hasta sus pezones apretándolos y acariciándolos, consiguiendo que se endurecieran con el mínimo contacto. Luke levantó los brazos para que le quitara la camiseta y después los bajó para desabrochar los vaqueros de Marcus.
—Extiende los brazos —le susurró Marcus. Luke obedeció y se quedó con la espalda apoyada contra la pared y los brazos abiertos a los lados. Marcus le quitó los pantalones y antes de hacer lo mismo con los slips posó la boca en los pezones de Luke.
—Joder... Marcus... —jadeó Luke sintiendo la boca de Marcus en cada parte de su cuerpo. Le estaba besando el pecho, pero era como si estuviera recorriendo todos y cada uno de los rincones de su piel. Luke movió uno de los brazos para acariciarle el pelo y Marcus se acercó a su boca. Luke esperó a que le besara, pero Marcus los recorrió con sus manos, volviéndole impaciente. Luke se cansó y tiró de él. Devoró su boca con hambre y le miró con las pupilas dilatadas—. Te encanta volverme más impaciente de lo que tú eres.
—Sobre todo cuando estás desnudo.
Luke sonrió y se quitó los slips blancos que llevaba. Después llevó la mano hacia el bóxer de Marcus y le acarició por encima de la tela.
—¿Cómo se dice fóllame en italiano?
—Fai l’amore con me.
—Oh... ¿Puedes repetirlo? —ronroneó Luke mientras le bajaba el calzoncillo y comenzaba a masturbarle.
—Fai l’amore con me, il mio bellisssimo angelo —contestó Marcus con la respiración agitada. Luke sonrió por lo que acababa de decirle. No entendía italiano, pero la frase no era complicada y pudo repetirla. Volvieron a besarse como si cada uno solo pudiera respirar en la boca del otro. La habitación estaba cerca, pero demasiado lejos como para ir hasta allí en ese momento. Se tumbaron en el sofá con sus cuerpos enredados y desnudos.
—Dime que hemos traído lubricante.
—¿Quieres que te responda en italiano? —Luke se mordió el labio y se echó a reír mientras rebuscaba en la maleta sin molestarse en ordenar las cosas que sacaba de ella—. ¿Estás seguro de que soy más desordenado que tú?
—Completamente. Joder, aquí está, menos mal. —Luke se alegró al encontrar el pequeño bote junto al gel y al champú. Lo abrió y vertió un poco en sus manos.
Marcus seguía en el sofá sentado, desnudo, con su erección reclamando atención. Luke extendió el líquido sobre ella y le dio un poco para que empezara a prepararle. El sofá no era muy grande, pero les daba igual. No tenían ninguna intención de despegarse. Luke jadeó al notar el contraste entre la calidez del dedo de Marcus y el frío del lubricante mojando su interior. Cuando estuvo listo se colocó encima, sentado con las piernas a los lados, mirándole de frente. Marcus entró poco a poco con esa delicadeza que a Luke le derretía y le hacía perder el sentido. Poco a poco fue aumentando el ritmo sin que dejaran de besarse y tocarse. Primero más lento, luego más rápido y otra vez despacio, pero con una intensidad abrumadora. Luke movió sus caderas para sentirle más y le avisó de que iba a correrse. Marcus le susurró que le amaba en italiano y los dos se corrieron casi a la vez.
—Creo que ahora sí tengo hambre —afirmó Marcus haciéndole reír.
Al día siguiente desayunaron en una pequeña y tranquila cafetería que preparaba un café delicioso. En apenas un mes comenzaría la Premier y Marcus sería más conocido que ahora. Los dos sabían que sería muy difícil que pudieran tomar café o dar un paseo en público. Les tocaría esconderse más, por eso Marcus se había empeñado en que tuvieran esos cinco días para los dos. Al terminar el desayuno pasearon por Riomaggiore y terminaron en la playa. Hacía buen tiempo y a diferencia de la cafetería, había bastante gente bañándose y paseando por las piedras. Buscaron un plan alternativo: Visitar Maranolla. El pueblo se encontraba cerca de Riomaggiore y al igual que este, sus viviendas y comercios eran de colores y estaban situados en una colina. Podían haber cogido un minibús para llegar al pueblo pero decidieron ir andando por la Via dell´Amore. Ese sendero une los dos pueblos en apenas dos kilómetros de camino. A Luke le gustaba tanto el mar que acabaron acercándose al muelle. El sitio no estaba nada concurrido y pudieron estar solos hablando, contemplando el paisaje y charlando.
—Tenías razón —admitió Luke agarrando las manos de Marcus con disimulo por si venía alguien—. Necesitábamos unas vacaciones.
—Las siguientes espero que no sean en una isla desierta o algo así.
—Bueno, las islas desiertas tienen su encanto —bromeó Luke.
—¿Lo dices porque no hay nadie?
—Sí, bueno... Porque podemos ser nosotros.
Marcus le dio un tierno beso en la mejilla y Luke miró a su alrededor antes de darle un beso breve y algo tímido en los labios. Marcus le sujetó la cara y profundizó el beso. Cuando abrieron los ojos miraron a su alrededor y sonrieron al darse cuenta de que nada había cambiado. Los dos se preguntaron si llegaría un día en el que no tuvieran que hacer esa comprobación después de tener una muestra de afecto.
Por la noche decidieron comprar la cena y volver a llevarla a la habitación. Luke se quedó esperando a Marcus frente a una de las pizzerías de la calle principal. Dos chicas que parecían de su misma edad se le acercaron mientras miraba el móvil. Se notaba que estaban perdidas. Una era pelirroja y la otra morena. Las dos eran muy simpáticas y educadas.
—Perdona. ¿Hablas inglés? —le preguntó la pelirroja un poco cortada.
—Hola, sí.—respondió Luke.
—¿Sabes dónde está el hotel Del Sole? —comentó la chica morena. Se notaba que se alegraban de por fin encontrar a alguien que hablara su mismo idioma.
—No, lo siento. Yo tampoco soy de aquí.
—Nosotras somos de Nueva Zelanda y estamos aquí de vacaciones —explicó la pelirroja—. Yo me llamo Chloe y ella es mi hermana Linds.
—Encantando. Yo soy Luke —se presentó. Chloe le miró esperando que hiciera un comentario sobre por qué eran tan distintas. Estaban acostumbradas a que la gente reaccionara así cuando decían que eran hermanas, pero Luke no lo hizo. Sabía que había mil tipos de familias y él no juzgaba a nadie. Chloe sonrió y se sonrojó un poco por haber pensado así.
—¿Estás aquí solo, Luke? —le preguntó Linds en un tono más coqueto que cuando se habían presentado.
—No. Yo... He venido con... un amigo —contestó él—. Soy de Inglaterra.
Las chicas le confesaron que les encantaba su acento y Luke se puso rojo como un tomate. Linds sugirió que podían irse juntos de fiesta cuando encontraran su hotel. Luke volvió a demostrar por qué necesitaba un curso acelerado para aprender a mentir. De repente apareció Marcus con dos cajas de pizza y una cajita con dos porciones de tarta. El futbolista le observó confundido.
—Él es... Mi amigo —les presentó Luke—. Se llama Ma... Matt.
Las chicas le dijeron sus nombres y le pusieron al día de su conversación con Luke. Marcus fue amable, pero les aseguró que tenían que irse. Además tampoco era muy cómodo estar ahí parados mientras cargaba con aquellas cajas. Luke agarró una de ellas para quitarle peso.
—¿En serio tenéis que iros? —se lamentó Chloe—. Le estábamos diciendo a Luke para ir de fiesta juntos. Tú también puedes venir.
—Claro que puedes —agregó la otra chica repasando a Marcus con la mirada. El futbolista llevaba una camiseta de tirantes, unos vaqueros rotos y una gorra de beisbol en la cabeza que ocultaba sus rizos rubios. Luke iba en shorts y llevaba una camiseta del Manchester City—. ¿Tenéis novia?
—Eh... Sí —respondió Marcus.
—¿Los dos? —continuó la chica. Luke asintió.
—¿Alguno está en una relación abierta? —Quiso saber Chloe, llevándose un reproche y una mirada asesina de su hermana por ser tan directa e incomodarles.
—No, para nada —respondió Luke—. Quiero decir que ni él ni yo...
—Ninguno tenemos una relación abierta —agregó Marcus—. Somos más bien... De estar con una sola persona.
—Eso es bonito —admitió Linds—. ¿Y vuestras novias han venido con vosotros al viaje?
—Sí —admitió Marcus—. Ellas... Nos están esperando. Y no les gusta mucho la impuntualidad, sobre todo a mi novia. La suya es un poco más tolerante con esas cosas.
Luke puso los ojos en blanco, pero solo Marcus se dio cuenta y tuvo que hacer un esfuerzo para no desternillarse de risa. Se despidieron de las dos chicas deseándoles suerte con la búsqueda de su hotel. Ellos caminaron hacia las interminables escaleras de piedra a las que Luke se estaba empezando a acostumbrar, aunque no fuera exactamente una terapia de choque contra su miedo a las alturas. Antes de llegar al final, Luke se giró y Marcus le miró extrañado. Luke le rodeó con sus brazos y le besó mientras la luna y las estrellas iluminaban el pueblo.
—¿Ya no estás enfadado por decir que salgo con un obseso de la puntualidad? —bromeó Marcus. Luke continuó subiendo y le contestó en cuanto llegaron a la casa.
—Eres un capullo, pero me alegra que mientas algo mejor que yo.
—¿Eso significa que quieres una relación abierta? —se cachondeó Marcus. Luke le empujó sobre la cama en cuanto entraron dentro y comenzó a besarle.
—Ni de coña. Y tú...
—Luke, no me jodas —le regañó Marcus dándole la vuelta y agarrándole por las muñecas. Luke negó con la cabeza y se mordió el labio—. Voglio solo stare con te.
—Dime que no acabas de decirme que vas a prepararme un té.
—Joder, estás aprendiendo italiano —bromeó Marcus. Luke le hizo cosquillas—. Te he dicho que solo quiero estar solo contigo.
El tercer día visitaron otros pueblos de la Cinque Terre, como Corniglia, Vernazza o Monterosso. El último de los pueblos era el más grande de todos. Vieron la parte antigua con callejuelas estrechas en las que se perdieron varias veces y acabaron paseando al atardecer por la playa. Después pidieron un taxi para volver a Riomaggiore. Luke se pasó la mayor parte del trayecto con los ojos cerrados. Las carreteras transcurrían por lugares muy altos y escarpados. Cuando llegaron a Riomaggiore cenaron en una terraza y después dieron un paseo por la zona de los acantilados. Se dieron cuenta de que todavía les quedaba un día allí, pero ya habían visitado todo. Decidieron cambiar el plan. Se fueron pronto a dormir y al día siguiente se levantaron temprano y acudieron a la estación de tren. Viajaron hasta Florencia y pidieron un taxi hasta el aeropuerto. Cuando llegaron Luke se acercó a una de las agencias que alquilaban vehículos. En el aeropuerto todo el mundo suele hablar en inglés. Marcus le esperó fuera y se echó a reír cuando le vio llegar con una carpeta roja que tenía un escudo amarillo en el centro. En una mano llevaba unas llaves de las que colgaba un escudo de un Cavallino Rampante.
—Recuérdame que no vuelva a llamarte predecible —le pidió Marcus entre risas.
—¿Te parece mal? —dudó Luke.
—No, joder. —Marcus le quitó las llaves y Luke soltó una carcajada mientras caminaban a la plaza de aparcamiento que le había indicado la dependienta de la agencia.
—No sabes cuál es.
—Hmm... Aquel. —Marcus señaló un Ferrari Amalfi de color azul.
—Mierda, sí que soy predecible.
—Solo para mí —murmuró Marcus lanzándole las llaves de aquel deportivo con los asientos de color crema y un salpicadero elegante, pero que a su vez parecía el de una nave espacial.
Luke le preguntó si estaba seguro de que quería que condujese él primero. Marcus asintió con una sonrisa y se estiró en el asiento del copiloto. A Luke le costó un poco hacerse a tener el volante a la derecha, pero acabó acostumbrándose. Pararon a repostar en la gasolinera de un pueblo y Luke le lanzó las llaves. Marcus las agarró al vuelo y colocó el asiento a su medida.
—¿Vamos a pasarnos todo el día turnándonos? —le preguntó con diversión. Luke asintió riéndose—. ¿Dónde quieres ir ahora?
—A donde me lleves.
—¿Quieres ir a Verona? Creo que está cerca de aquí.
—Y luego dirás que te orientas mal —le regañó Luke—. Hmm... ¿Y si conducimos sin rumbo? Tenemos mapas en el móvil y seguro que encontramos algún pueblo donde dormir.
—Vale... ¿Quién eres tú? —bromeó Marcus mirándole fijamente—. Has alquilado un Ferrari y ahora pretendes que nos pasemos el día por ahí sin saber a dónde vamos.
—Soy Luke, encantado.
—Yo salgo con un Luke, pero es ordenado y le gusta tanto planificar que hasta hace listas de pros y contras.
—Si quieres hago una mientras me llevas a ninguna parte —le propuso Luke con una sonrisa auténtica.
—Pon la ubicación en el salpicadero.
—¿Sabes? Yo salgo con un Marcus que es impulsivo y le encanta improvisar.
Marcus sonrió, arrancó el coche y dio marcha atrás para abandonar la gasolinera y perderse con Luke por Italia.

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