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bunch of pumpkin

Historia extra de Halloween: El verano está sobrevalorado

Esta historia está ambientada en el segundo Halloween que Luke y Marcus pasaron juntos.

LUKE Y MARCUSHISTORIA EXTRA

Tania Albeira

10/18/202519 min leer

Era Halloween y a Daniella se le había ocurrido alquilar una cabaña en un pueblo de apenas cinco habitantes, situado a quince millas de Serpentown. Luke tenía la mirada perdida y no dejaba de juguetear con sus manos nervioso.

—Luke, ¿qué ocurre? —le preguntó Marcus desde el asiento del conductor. Sabía que a Luke conducir de noche a veces le causaba ansiedad, sobre todo si tenía que hacerlo en carreteras por las que no había pasado nunca. Marcus se ofreció a manejar el Volvo.

—Eh... nada, bueno que no sé por qué estamos haciendo esto.

—¿Te refieres a que tú seas un hombre lobo y yo un vampiro? —bromeó Marcus señalando sus disfraces y sacándole una sonrisa—. Puede que sea un poco raro porque nuestras culturas no se llevan bien, pero ¿cuántos enemies to lovers has leído?

—Todavía ninguno entre un vampiro y un licántropo —contestó Luke sin que su sonrisa se borrase.

—No quieres ir a la fiesta, ¿verdad? —adivinó Marcus—. Pensaba que te haría ilusión. Te encanta Halloween.

—No sé cómo explicarlo. El año pasado salimos por Walkey Road. Yo pensaba que aquellos tipos eran tus amigos y me porté como un idiota.

—Lo que pasó no fue culpa tuya, Luke.

—Bueno, creo que no nos habrían arrastrado hasta un callejón ni te habrían dado esa paliza si yo no les hubiese contestado cuando se rieron de mí —recordó Luke.

—Eso no lo sabemos. Lo que sí sé es que jamás me arrepentiré de que les respondieras. ¿Qué tiene que ver ese Halloween con este?

—Cuando volvimos a casa tú dijiste que podíamos haber pasado la noche viendo pelis de terror. —Marcus asintió—. Quería hacer eso, pero cuando Daniella me llamó para invitarnos a la fiesta de la cabaña...

—Podemos ver pelis cualquier otra noche. Vivimos juntos, Lucky Luke.

Llevaban más de un año viviendo juntos, primero en Westbrown y desde el verano en su casa de mitad del bosque. Marcus no podía evitar que su cara se iluminara al hablar de ello.

—Pero Halloween solo es una noche al año, Ricitos de Oro.

—¿Qué pasa con la fiesta de la cabaña?

—George me ha escrito hace un rato. Dice que Daniella y Avery han invitado a más gente, compañeros de sus trabajos y eso —explicó Luke. Su grupo de amigos era pequeño, solo estaban cinco y llevaban juntos desde que se conocieron en el instituto. Daniella trabajaba en un banco y hace poco había empezado a salir con Avery, uno de sus mejores amigos. Avery soñaba con entrar como fiscal en uno de los grandes juzgados del norte de Inglaterra. Estaba muy cerca de cumplir su sueño. Luego estaban George y Jacob. George era profesor en una escuela de primaria y Jacob se dedicaba a la informática. Ninguno de los cuatro le tenía mucho cariño a Marcus.

—Bueno, estamos acostumbrados a mentir sobre lo que tenemos. —A Marcus le torturaba que fuera así. Desde que jugaba en la Premier League, los paparazis y la prensa estaban mucho más pendientes de él que cuando su equipo estaba en segunda. No se sentía bien arrastrando a Luke con él a esa espiral de mentiras y de fingir como si no se conocieran.

—Lo sé, pero me jode haber aceptado esto. Dios, no sé por qué nunca aprendo a decir que no. Soy estúpido.

—No lo eres y decir que no tampoco es fácil.

—A ti no te cuesta mucho. —Luke se dio cuenta de que no era justo recordarle algo así. Marcus había aprendido a decir que no después de que sus padres le trataran como una mierda durante años—. Perdón, yo...

—No tienes que disculparte y si te sirve de algo, a mí tampoco me apetecía mucho ir a esa fiesta.

Luke lo entendía. Sus amigos nunca se habían molestado en que Marcus se sintiera bienvenido en su grupo, pero él no se quejaba. Aguantaba sus miraditas de «no nos caes bien» y sus comentarios mordaces. A Luke sin embargo le sacaban de quicio.

—Mierda. Está nevando. —Luke contempló por la ventanilla cómo los copos empezaban a caer sobre aquella solitaria carretera comarcal en la que no había nadie.

—Te encanta la nieve.

—Y a ti —le recordó Luke mientras el Volvo se abría paso entre la oscuridad con los faros encendidos. A medida que se iban adentrando en aquel sendero, el cielo estaba oscuro y la visibilidad era más reducida. Desde que recibió la llamada de Daniella hace semanas, a Luke no le agradaba mucho ir a esa fiesta, pero tenía que reconocer que el lugar que había escogido su amiga era precioso y también muy adecuado para una noche como esa.

—Joder, esto va a cuajar. ¿El 31 de octubre no es muy pronto para que caiga una nevada así?

—Estamos en la zona más fría de toda Inglaterra —respondió Luke obnubilado por los copos de nieve que empezaban a teñir el asfalto de blanco—. ¿Cuánto falta para llegar?

—Unos quince o veinte minutos. El sitio ese está lejos de cojones, pero las ruedas aguantarán, a no ser que nieve mucho más.

—¿Y si das la vuelta? —sugirió Luke—. A ninguno nos apetece ir.

Marcus frunció el ceño y entonces Luke le habló de lo harto que estaba de hacer cosas que no le apetecían, solo por no atreverse a decir que no. Ambos sabían que ninguno de los cuatro amigos de Luke iba a echarles en falta en aquella fiesta. Seguramente Daniella y Avery ese día estarían eufóricos por saltarse su habitual rutina de largarse a las nueve de todos los sitios. George estaría intentando ligar con alguna de las amigas del trabajo de Daniella y Jacob tendría la cabeza pegada al móvil y la mano aferrada a un cóctel. Las fiestas no eran su actividad favorita.

—¿Qué es lo que te apetece hacer? —le preguntó Marcus contento de que solo faltaran dos millas para el próximo cambio de sentido—. Ya sé que has hablado de ver una peli, pero lo que te estoy preguntando es qué te haría feliz ahora mismo.

—Una guerra de bolas de nieve contigo. —Esas palabras consiguieron que los ojos azules de Marcus centellearan. No podía mirarle porque debía mantener la concentración en la carretera, pero Luke se dio cuenta de que le hacía tanta ilusión como a él—. También quiero que hagamos ángeles en la nieve.

—Lo imaginaba, pero si paramos ahora puede que luego el coche no arranque.

—Ya, bueno, este sitio es precioso, pero había pensado en ir a Serpentown. Podemos lanzarnos bolas de nieve y hacer ángeles en el jardín de mis padres. Antes me han pedido una foto de los dos disfrazados. Seguro que les hace ilusión vernos. Oh... Mierda. —Luke se acordó de algo—. Hoy habían quedado con sus amigos para hacer la noche de juegos en casa. Alucinarían al vernos así.

—¿No quieres jugar al monopoly disfrazado de licántropo? —Luke se echó a reír y negó con la cabeza—. Falta poco para llegar al desvío, tú eliges. Nos vamos a casa o a la cabaña de fiesta.

—A la cabaña —bromeó Luke—. Como no cojas el desvío a Northwalk, duermes en el sofá.

Una hora y cuarto después el Volvo estaba aparcado en el garaje. Marcus y Luke habían subido a la habitación para abrigarse en condiciones y no congelarse durante su guerra de bolas de nieve. Cada uno se puso un gorro, una bufanda y un par de guantes, además de anoraks impermeables para no acabar empapados hasta los huesos.

—Para que esto sea más emocionante... —habló Luke mientras salían al jardín. Marcus le interrumpió.

—¿Más, hombre lobo?

—Sí y yo que tú me olvidaría de la capa, no es muy práctica para el camuflaje —se rio Luke, agarrando aquella tela negra que Marcus se había quitado para conducir y que había vuelto a ponerse encima del abrigo.

—¿Cómo lo hacemos más emocionante? —Quiso saber Marcus después de enseñarle los dientes y de que Luke se partiera de risa.

—Hmm... Cada uno puede tener un sitio, como un fuerte o algo así. Tú puedes quedarte el cobertizo y yo el árbol. El que conquiste el lugar del otro primero, gana.

—Bien, pero ¿por qué te conformas con el árbol?

—Es grande y está bien. ¿Por qué no? —se defendió Luke.

—Porque eres ultracompetitivo. —Luke puso los ojos en blanco—. Pero te amo.

—Recuérdalo cuando conquiste tu cobertizo —fanfarroneó Luke antes de que se separaran.

Cada uno se marchó a su fuerte improvisado para armar su arsenal de bolas. Cuando lo tuvieron todo listo comenzó la batalla. El cobertizo era mucho más útil que el árbol. Marcus seguía sin comprender cómo Luke se lo había cedido. Caminó más lento de lo que le gustaría. La nieve les cubría más arriba de los tobillos.  Marcus consiguió llegar hasta el árbol y vislumbrar detrás del tronco la figura de Luke.

—Mierda —farfulló Luke mientras salía de su escondite y le forzaba a retroceder lanzándole un montón de bolas de nieve. Marcus contratacó—. ¡Serás cabrón! Esa me ha dado en el ojo.

—¿Ves bien? —se preocupó Marcus acercándose y siendo bombardeado con varias bolas de nieve que impactaron en su pecho, en su cuello y en su cara—. ¡Maldito traidor! Después de esto me voy a largar a dormir al sofá.

Luke se marchó todo orgulloso sin poder parar de reírse hasta que un montón de nieve impactó en su nuca y se derritió sobre su espalda. Soltó unos cuantos juramentos mientras regresaba a su refugio y Marcus se reía.

Darle forma a la nieve al principio tenía su gracia, pero después de un rato se volvía algo tedioso y muy frío. Sus manos acabaron heladas a pesar de los guantes. Luke intentó ser sigiloso en su regreso al cobertizo, pero tropezó con un montón de nieve y estuvo a punto de perder el equilibrio y también su arsenal. Al menos consiguió llegar y vengarse por ese lanzamiento que le había dejado la espalda como un cubito de hielo. Marcus protestó, pero no dejó que Luke conquistara su fuerte. Volvieron a cruzarse varias veces más y acabaron bombardeándose a bolas de nieve sin que ninguno pudiera parar de reírse, gritarse y también insultarse un poco. Luke no se rindió y persistió en sus intentos por ganar, pero era imposible. Sus malditas paredes de piedra eran el sitio perfecto para que Marcus fuera inmune a sus lanzamientos. Luke se resignó a defender su fuerte. Para ello preparó más munición y se la guardó en los bolsillos de su anorak. Ninguno sabía cuánto tiempo llevaban jugando, pero tampoco les preocupaba. Volvieron a encontrarse a mitad de camino entre el cobertizo y el árbol. Luke le dio de lleno con dos de las tres bolas que le lanzó. Sabía que si Marcus quería ganar la partida solo tenía que correr un poco. Tenía vía libre para hacerlo, pero en lugar de eso le envolvió entre sus brazos y los dos acabaron en el suelo. Marcus se colocó encima, provocando que sus latidos y los de Luke se acelerasen y que sus respiraciones se agitaran. Se quedaron contemplándose sin poder reprimir una sonrisa. Ambos tenían las mejillas rosadas por el esfuerzo y sus ojos centelleaban. Sus bocas chocaron en un beso apasionado y caótico. Marcus se quitó los guantes y le acarició las mejillas con suavidad. El tacto de sus dedos era cálido en contraste con la temperatura y con el manto de nieve sobre el que estaban tumbados. Luke también se deshizo de los guantes. Se los quitó tirando de ellos con la boca y Marcus se echó a reír. Su risa se transformó en un ronroneo cuando las manos desnudas de Luke se hundieron entre sus rizos. Marcus volvió a reclamar sus labios, esa vez más despacio, saboreándole y haciéndoles rodar.

—Te amo y me haces jodidamente feliz —le confesó Luke—. Gracias por dar la vuelta.

—Yo te amo más. Gracias por la guerra de bolas de nieve.

—Has ganado —reconoció Luke—. Aunque no te haya dado la gana hacerlo, podías haber conquistado el árbol.

—Bueno, me has dado el mejor fuerte. ¿Vas a decirme ya por qué o voy a tener que hacerte cosquillas hasta que deje de nevar?

—Yo... No quería que te congelaras. El cobertizo es más agradable que el árbol y te puedes refugiar dentro. ¿Tú de pequeño veías aquella serie de dibujos en la que unos animalitos de un bosque vivían en un árbol? No me acuerdo de cómo se llamaba.

El corazón de Marcus se calentó como un radiador a plena potencia mientras Luke seguía hablándole de esa serie que recordaba de su infancia. Marcus solo podía pensar en que Luke había pasado de querer ganar. Le había dejado el mejor sitio solo para que él estuviera a salvo del frío y de la nieve.

—Nunca he sido más feliz —murmuró Marcus mientras le observaba con adoración—. ¿Me enseñas a hacer ángeles en la nieve?

—¡Claro! —Luke se emocionó y le dio un beso en la mejilla cargado de ternura. Después se puso de pie y se dejó caer. Marcus le imitó y los dos movieron los brazos y las piernas. Unos minutos después a Luke se le ocurrió algo—. ¿Te apetece que volvamos dentro y que veamos una peli de terror?

—No.

—Ya sé que lo paso un poco mal con algunas. —Marcus levantó las cejas y Luke se sinceró—. Vaale, con todas. Las pelis de miedo no son lo mío, pero tú mismo dices siempre que la mayoría ni siquiera asustan de verdad. Si vemos la más suave...

—Luke, no lo necesito.

—Pero es Halloween y te encantan.

—Me encanta todo lo que hacemos —le aseguró Marcus—. Incluso estar aquí rodeados de nieve sin que todavía sea invierno.

—Podemos hacer que sea verano.

Luke se mordió el labio antes de morder el suyo y devorar su boca. Deslizó sus manos bajo el abrigo de Marcus y consiguió llegar hasta su piel. Le fascinó el contraste entre esa calidez que desprendía su cuerpo mientras echaba humo por la boca a causa de la baja temperatura. Se las ingenió para trazar una línea invisible desde su pecho hasta la parte baja de su ombligo. La mano de Luke estaba algo fría, pero a Marcus le maravilló esa sensación y ese tacto aterciopelado de sus dedos acariciándole y tocándole mientras le llenaba de besos. Luke le desabrochó los vaqueros y deslizó su mano. Enseguida palpó su erección a través de la ropa. Las caricias de Luke convirtieron la voz de Marcus en un montón de jadeos. Los dos tardaron unos segundos en mirarse y darse cuenta de que aquello era una locura.

—El verano está sobrevalorado —opinó Marcus dándole un beso de esquimal mientras caminaban de vuelta a la casa.

—El sexo en la nieve también.

En cuanto entraron en casa y se descalzaron los dos volvieron a estallar en risas. Con la luz del pasillo se veía mucho mejor cómo sus maquillajes de hombre lobo y de vampiro habían acabado fusionándose en sus caras, dando lugar a una mezcla de colores un tanto extraña.

—¿En todos los Halloween nos tiene que pasar esto? —bromeó Luke recordando que el año anterior sucedió lo mismo cuando él iba de diablo y Marcus de ángel caído.

—Creo que es una especie de tradición.

—¿Los baños con agua caliente y espuma también? —Marcus asintió y Luke le llevó hasta el primer piso. Allí tenían un servicio sencillo, pero con una bañera amplia de color blanco y con los bordes esmaltados en rosa pastel.

Luke reguló el grifo hasta encontrar la temperatura perfecta para entrar en calor después de su aventura en la nieve. Mientras la bañera se llenaba, se deshicieron de los disfraces. Cuando estuvo lista se sumergieron en el agua. Aquello era lo más relajante que habían hecho en todo el día, pero el móvil de Luke sonó de forma insistente, fastidiando aquel momento de calma absoluta.

—Voy a ver quién es. Son más de las once. No creo que nadie llame a esta hora por capricho —opinó Luke. Marcus le dio la razón y le esperó en la bañera, sumergiendo hasta la cabeza y después saliendo a la superficie y sacudiéndose el pelo.

Luke enseguida descubrió que se equivocaba en lo último que había dicho. Avery le llamaba desde la fiesta y no estaba muy contento con la decisión de Luke. Antes de que Marcus diera la vuelta, Luke había avisado a sus amigos de que no irían a la cabaña. Les había dicho la verdad, sin mentir ni poner una excusa. Quería ser sincero con la gente y también consigo mismo.

—Vaya, por fin te dignas a responder —soltó Avery de mala gana. Luke arqueó las cejas—. ¿Qué es eso de que tenías que haber dicho que no cuando te hablamos del evento de hoy? ¿Y lo de que no vas a hacer las cosas por quedar bien?

Luke se preguntó en silencio qué era lo que su amigo no comprendía. Marcus le observó preocupado desde la bañera y él levantó el pulgar, indicándole que todo iba bien. Sin embargo, sabía que Marcus no le creería. Le conocía tan bien que podía hacer un manual de instrucciones con los gestos, expresiones y frases de Luke.

—Siento haber avisado tarde, pero cuando estábamos yendo hacia allí me he dado cuenta de que no es lo que quería hacer.

—Marcus también estaba invitado. —Por el tono de Avery se notaba que no estaba muy conforme con ello. Aun así lo decía como si a él y a sus amigos les hubiese costado un gran esfuerzo incluir a Marcus en sus planes. Luke lo pilló al instante y su cabreo creció. Para colmo seguía desnudo y aunque la calefacción estuviera encendida, se estaba quedando destemplado por culpa de tanto cambio de temperatura.

—Es lo mínimo que podíais hacer, Avery. Él es mi novio.

—Lo sabemos, Luke, pero el pasado Halloween no quedaste con nosotros por ir con él.

Avery era de las personas más cuadriculadas que Luke conocía, pero también una de las que menos filtro tenían. Cuando le venía en gana soltaba pullas de lo más dañinas y cuando le convenía más callarse, se convertía en una tumba que te apuñalaba por la espalda sin contemplaciones. Cuando había alcohol de por medio sucedía lo primero. Para demostrarlo continuó reprochándole a Luke que hace un año no quedara con ellos.

—¿Esperas que me disculpe por eso? —le espetó Luke—. Por que no tengo por qué ni voy a hacerlo. Mira, Avery, siento haberos avisado tarde.

—No estás siendo muy asertivo, Luke —le reprochó Avery—. Pero vamos a hablarlo.

—¿Qué? No vamos a hablar ahora de nada, Avery. Me estaba bañando.

—Como quieras. Me tomaré un San Francisco a tu salud. Que pases buena noche.

Luke regresó al agua y se zambulló entero. Marcus le atrajo hacia él y Luke se colocó con la espalda pegada al mojado, pero cálido y reconfortante pecho de Marcus.

—¿Estás bien? —Marcus acompañó sus palabras de preocupación con un abrazo que rodeó la cintura de Luke.

—Ahora sí. Me fastidia cuando me habla de esa forma, como si él lo hiciera todo bien y fuera superior al resto de la humanidad. Sé que es mi amigo y que no es malo, pero a veces lo dudo, sobre todo cuando se porta como un idiota contigo y... Dios, hay momentos en los que no lo soporto.

—Es lógico.

—Gracias, Spock —se burló Luke comparándole con el vulcaniano de Star Trek que se regía por la lógica más que por los sentimientos.

Marcus se echó a reír y Luke levantó la cabeza para unir sus labios a los suyos. El beso comenzó siendo de lo más inocente y acabó convirtiéndose en un lío de lenguas dientes y labios que no paraban de unirse y de chocar. Las manos de Marcus recorrieron el cuerpo desnudo y mojado de Luke. Comenzó por su pecho y se paró a jugar con sus pezones, acariciándolos y apretándolos, provocando que se endurecieran y que Luke empezase a gemir. Continuó bajando hasta su tripa, sin olvidarse de su cintura y de esa fina y pequeña línea de vello que adornaba la parte superior y también la inferior de su ombligo. Mientras le colmaba de caricias con sus manos iba dejando un rastro de besos en el cuello y en la nuca de Luke, volviéndole más loco todavía. Tanto que pronto a Luke le invadieron la impaciencia y las ganas de sentirle. No quería que esa noche que había comenzado en el coche yendo a un plan que a ninguno le apetecía terminase nunca.

—Ya —le pidió Luke.

—Eres tan competitivo como impaciente —murmuró Marcus contra su oído, poniéndole los pelos de punta.

—Soy lo que tú quieras, pero fóllame.

—¿Sabes que el sexo con un vampiro es peligroso?

—¿Vas a hablarme de Crepúsculo? —se burló Luke sacándole una carcajada.

—No hay mucho sexo en Crepúsculo.

—En esta bañera tampoco —le pinchó Luke.

Cuando Luke estuvo listo se colocó encima y Marcus entró en su interior. Permanecieron unos segundos sin moverse, disfrutando de estar así. Luke giró la cabeza para besarle y en cuanto sus labios se separaron, comenzó a contonearse haciendo que Marcus entrara y saliera de su agujero. El agua de la bañera saltaba hacia todos lados con su movimiento mientras Marcus le abrazaba la cintura. Llegó un momento en el que Luke fue incapaz de controlar el ritmo.

—Creo que voy a correrme —afirmó Luke. La mano de Marcus estaba en su entrepierna y él se esforzaba en masturbarle a pesar del agua y del vaivén de sus cuerpos.

—Yo también.

—Lo sé.

Marcus le mordió el cuello. Luke jadeó y él se movió desde abajo, consiguiendo que los dos perdieran el sentido.

—Joder —La voz de Luke sonaba temblorosa mientras sus latidos intentaban volver a la normalidad después del orgasmo—. ¿Podemos hacer esto cada año en Halloween?

—¿Solo una vez al año?

Luke se echó a reír y Marcus se acomodó contra su espalda. Luke enseguida le acarició el pelo con una mano mientras con la otra dibujaba círculos sobre su pecho. Llevaban un buen rato en el agua, pero a ambos les importaba un bledo acabar con la piel como la de un garbanzo.

—Si sigues haciendo eso me voy a quedar dormido —le advirtió Marcus.

—¿Y si hago esto? —Luke se quedó boquiabierto al ver el estado en el que habían dejado el suelo del baño—. Mierda, todo está lleno de agua. Luke se estiró para alcanzar el bote de champú. Vertió un poco de ese líquido azul en su mano y lo extendió en el pelo de Marcus haciendo formas con la espuma—. Así pareces una nube.

—Cursi.

—Una nube de lo más pesada —refunfuñó Luke sin dejar de sonreír. Las manos de Marcus estaban sobre su pelo masajeándole y jugando también con la espuma.

—Y cargada de agua. —Marcus se quitó el jabón de las manos y le salpicó agua. Luke contraatacó sin darse cuenta del desastre que habían armado en el suelo.

—Cierra los ojos —le ordenó Luke unos segundos después. Marcus obedeció y continuaron lavándose el uno al otro con más calma. Una guerra de nieve y una de agua eran suficientes emociones para una sola noche. Cuando terminaron Luke se levantó decidido a salir de la bañera—. Joder, creo que van a declarar nuestro baño zona catastrófica.

Marcus se asomó para ver el suelo y se echó a reír. Le tranquilizó diciéndole que las fregonas se inventaron para esas cosas. Luke arrugó la nariz y le contestó que estaba seguro de que la persona que las creó no estaba pensando en dos tíos montándoselo en una bañera llena de agua hasta arriba.

—Pues un buen motivo para inventar algo —reflexionó Marcus poniéndose de pie. Sin embargo no llegó muy lejos.

—Yo lo arreglo. Quédate ahí —le espetó Luke. Marcus frunció el ceño. El hecho de que antes de hubiera cedido el cobertizo le parecía de lo más hermoso, pero esto le resultaba demasiado.

—¿Por qué haces esto, Luke? —le interrogó desde la bañera—. Más vale que no digas que es porque soy futbolista y porque no quieres que me lesione.

—Cuando te lesionas lo pasas fatal, pero no lo hago por eso. Es porque no quiero que te hagas daño. Esto resbala mucho.

—Halloween te vuelve muy sobreprotector —se burló Marcus.

Luke le sacó la lengua mientras se ponía el albornoz. Algo llamó su atención cuando se miró en el espejo.

—Joder, ¿tú te has planteado que puedes ser un vampiro de verdad? —Marcus apoyó los codos en el bordillo de la bañera y le observó divertido hasta que Luke le enseñó el enorme chupetón que adornaba su cuello y el otro que marcaba sus clavículas.

—Lo siento. ¿Te duelen?

—No, además me has advertido antes de los peligros del sexo con un vampiro. —Luke sonaba divertido mientras pasaba y después escurría la fregona por enésima vez—. Creo que ya puedes salir.

Marcus no se lo pensó un segundo. Se levantó y se puso las chanclas antes de secarse con una toalla. Cuando se disponían a marcharse a la habitación escucharon un ruido en el piso de abajo.

—¿Qué coño ha sido eso? —Luke sonaba un poco asustado. La oscuridad no le gustaba mucho y aunque las pelis de terror no eran lo suyo, sabía que muchas tenían como escenario las casas situadas en el bosque. Marcus se encogió de hombros y encendió todas las luces—. No sabemos quién ha entrado y tú le acabas de decir que estamos aquí arriba.

—Mierda, sí. He revelado nuestra presencia y ahora el asesino del bosque está pegando saltos en nuestra terraza. —Marcus se lo tomó a risa hasta que escucharon otro golpe y después otro y otro—. Puede que haya entrado alguien en casa.

—¡No me digas! —ironizó Luke mientras los golpes contra la pared que había entre la terraza y la cocina se sucedían.

Marcus se disculpó por haber sido tan cínico y Luke le dio la mano para que bajaran las escaleras y averiguaran de una vez por toda qué leches estaba pasando. A medida que se iban acercando los golpes se escuchaban con más fuerza.

—No creo que sea un animal. Por la nieve estarán resguardados en sus madrigueras —opinó Marcus.

—Pues yo espero que sea un animal. Incluso un bigfoot o el maldito Yeti, pero no un pirado que se ha colado en nuestra casa a medianoche para vete tú a saber qué.

Antes de entrar al lugar del que procedían los ruidos se miraron y asintieron. De primeras no vieron nada, pero al llegar al fondo de la estancia se encontraron a un cervatillo rojo. El pobre estaba perdido y tenía una enorme rama de abedul enganchada al lomo. Eso explicaba los golpes contra la pared. Intentaba deshacerse de ella haciéndola chocar. Los dos se acercaron despacio para no asustarle. Enseguida pudieron quitarle la rama. El ciervo se dejó acariciar y les miró con sus enormes ojos antes de irse.

—¿Por qué se va? —preguntó Luke apenado.

—No podemos adoptarlo.

Luke le sacó la lengua y enseguida sonrieron al ver cómo antes de llegar a la arboleda un ciervo más grande salía al encuentro del pequeño para acompañarle y cuidarle.

—Ya sé que no podemos tener un ciervo, pero igual podemos ir un día al refugio de animales y... No sé, ¿tal vez un gato o un perro que lo necesite? —sugirió Luke.

—¿Vamos mañana?

—¿No tienes que entrenar por la tarde?

—Nuestros horarios son una mierda, lo sé.

—Eso no significa que no podamos hacerlo —le corrigió Luke—. Puede que no mañana, pero igual más adelante sí.