OFFSIDE: SPORTS ROMANCE GAY

El primer San Valentín

Esta historia extra de Offside explica cómo fue el primer San Valentín de Luke y Marcus juntos.

SPICYROMÁNTICASPORTS ROMANCELUKE Y MARCUS

Tania Albeira

2/14/20257 min leer

colorful streamers and confetti on a pink background

El primer San Valentín de Luke y Marcus llegó cuando el futbolista acababa de incorporarse al Northwalk. Vivían juntos en el apartamento de Westbrown y Luke escribía las crónicas de los partidos del Redfox.

Rizik no hacía más que quejarse de que no podría celebrar San Valentín junto a Yasmin, la chica con la que había empezado a salir. Konstantin y Marcus le miraban divertidos, sin tomarse en serio ninguna de sus protestas.

—Deberían cambiar el día del partido solo para que tú puedas estar con tu novia —se burló el inglés.

—¿Tú no vas a celebrarlo, Party Dickinson? —le preguntó el egipcio. Marcus llevaba una semana y media en el equipo, pero se había adaptado a la perfección con sus compañeros.

—No. Me parece una fiesta absurda.

—¿Por qué? —le preguntó Juul, un centrocampista neerlandés bastante bueno.

—Es una gilipollez tener un día al año para regalarle flores a la persona a la que quieres. ¿No puedes hacerlo cualquier puto día del año? —opinó Marcus mientras se ponían la equipación y esperaban a que llegara Mario.

—¿Tú lo haces? —Quiso saber Faris, el mejor amigo de Juul. Marcus se lamentó por haber sido tan sincero. Ahora tendría que mentir y no se le daba especialmente bien. El delantero asintió, intentando quitarle importancia.

—¡Escuchad esto! —gritó Héctor entusiasmado. Era uno de los mejores defensas del equipo y fuera del campo era conocido por ligar demasiado—. ¡Nuestra nueva estrella tiene novia!

—¡Qué callado te lo tenías! —le recriminó Rizik, dándole una palmada amistosa en la espalda mientras todos le hacían preguntas. El vestuario wildcat se acababa de convertir en una convención de futbolistas disfrazados de comentaristas del mundo del corazón. Y Marcus deseaba que se le tragara la tierra. No podía ni quería responder a ninguna de sus preguntas (y eran muchas). Él solo deseaba jugar el partido y marcharse a casa con su novio. Al escuchar el sonido de la puerta y la voz de Mario, el delantero respiró aliviado.

Después de escuchar la motivadora charla del entrenador italiano, los jugadores saltaron al campo. Eran líderes de la Championship (la segunda división inglesa) y, salvo catástrofe, ese año ascenderían a la Premier League. Su rival en el partido era un equipo de cuarta, con muchas más ganas que ellos y menos ego. Eso sirvió para que los de Northwalk quedasen eliminados de la competición por dos goles. Mario les pidió que no se confiaran y les aseguró que ese equipo tan pequeño del sur de Inglaterra, no era menor que ellos. La mayoría no le hizo caso. Marcus sí. Él sabía lo que significaban esos partidos para los equipos pequeños. Eran una oportunidad increíble para darlo todo y llegar a Wembley a jugar la final.

—Dickinson, ¿me cambias tu camiseta? —le preguntó el delantero que acababa de eliminarles de la FA Cup con dos goles. Marcus accedió y los dos se cambiaron las elásticas y se marcharon hablando hasta el túnel de vestuarios.

—Habéis hecho un gran partido. Enhorabuena —dijo el nueve de los wildcats con sinceridad.

—Vosotros también —respondió el chico—. Por cierto, me llamo…

—Edén Santos —le interrumpió Marcus.

—¡Guau! Nunca pensé que Marcus Dickinson fuera a aprenderse mi nombre.

—El verano pasado Dickinson jugaba en quinta —le recordó Marcus.

—Y ahora es el futuro de la selección inglesa y del Northwalk. El año que viene la Premier va a flipar contigo —opinó Edén. Marcus se echó a reír. Le caía bien ese chico. Era sincero y algo inseguro, como él.

—¡Santos! ¿Quieres dejar en paz a Party Dickinson? —le gritó un compañero de mala gana, asomándose desde el vestuario—. Él no es como tú, idiota.

—¡Nadie lo es! —añadió otro, apoyando al primero. Marcus frunció el ceño—. ¡El fútbol no es para maricones! Perdónale, Dickinson. Santos es idiota.

—Idiota y gay. Lo tiene todo, el tío —comentó un tercero, haciendo reír a sus compañeros.

Marcus tuvo que contar hasta diez para no entrar en el vestuario local y liarse a hostias con esos imbéciles homófobos. Mario le mataría si lo hiciera, pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados.

—¿Por qué no dejáis de comportaros como unos putos bastardos sin cerebro y de meteros en conversaciones ajenas?

Konstantin escuchó la conversación desde la pared que había al lado del vestuario visitante. Era el capitán y no estaba dispuesto a que Marcus acabara metido en líos. Aunque, sabía que no era culpa suya. A él también le hervía la sangre después de oír esos comentarios.

—¡Habló el rey de los bastardos! —le respondió uno, desde el vestuario sin dejarse ver.

—¡Sí! ¡Que te jodan, Dickinson! —añadió otro, más valiente, haciéndole una peineta. Marcus volvió a contar hasta diez. Una pelea tras quedar eliminados de la FA Cup sería un motivo de peso para que Mario le mandara al filial—. ¡Y a ti también, Santos! Espera, eso no, que lo estás deseando.

—Volved a vuestro vestuario —gruñó Konstantin. Los jugadores le hicieron caso. El alemán era un tío encantador, pero cuando se ponía serio era mejor estar de su parte. Marcus miró a su capitán y le dio las gracias de forma silenciosa.

—Son gilipollas, pero estoy acostumbrado —le aseguró Edén, intentando quitarle hierro al asunto.

—No tienes porqué aguantar esa mierda —opinó Marcus. Edén se encogió de hombros y se despidió de él, marchándose a su vestuario.

Marcus llegó a Westbrown a las dos de la mañana. Estaba cansado y derrotado, y no solo por haber perdido. La conversación con Edén le había demostrado que el fútbol podía ser una mierda y un lugar de lo más inseguro y hostil. Luke se despertó y se acercó a abrazarle. El periodista tenía la marca de la almohada en la cara, el pelo revuelto y los ojos medio cerrados. Era de lo más adorable. Marcus le besó y hundió la cabeza en su clavícula.

—No ha sido culpa tuya —opinó Luke, hablándole del partido. Marcus asintió y él le observó. Llevaban ocho meses juntos y ya entendía mejor que nadie a ese enigma indescifrable y precioso llamado Marcus Dickinson—. Esto no es por fútbol, ¿verdad?

—Puede que un poco —admitió el delantero, sin soltarse de su abrazo.

—¿Quieres hablar?

—Mañana, por favor. Estoy muy cansado.

Al día siguiente, las cadenas de televisión ya no tenían corazones dibujados junto a sus logos. Los comercios también los quitaron de sus escaparates, igual que los productos con exceso de romanticismo que acabaron en la sección de descuentos. A pesar de la derrota, Mario mantuvo el día libre para la plantilla del Northwalk. Marcus se pasó buena parte de la mañana durmiendo hasta que Luke regresó de cubrir el entrenamiento del Redfox. El futbolista se acercó a él y se disculpó porque su primer San Valentín juntos fuese una mierda. Luke le miró alucinado, y se echó a reír.

—Llevas toda la mañana durmiendo, creo que necesitas que te dé el aire.

—Lo digo en serio, bobo. No hicimos nada especial. Yo llegué súper tarde y nos fuimos a dormir.

—No necesitamos celebrar San Valentín. Es una puta gilipollez —opinó Luke—. Te quiero, y me encanta decírtelo y demostrártelo todos los días, Marcus.

—Pienso lo mismo. Y yo también te quiero, pero pensaba que tú…

—¿Qué pasó anoche en el partido? —dijo Luke.

—Esto es lo malo de salir con un periodista —le vaciló Marcus. Luke le miró fijamente, haciendo una mueca. El futbolista no pudo evitar besarle—. ¿Puedo contártelo después de que te corras?

—Joder —dijo Luke, luchando contra sus impulsos que le incitaban a desnudarle y a pedirle que le follara—. No.

—¿No? —preguntó Marcus con esa expresión angelical que a Luke le derretía, pero se mantuvo firme y negó con la cabeza—. ¿Seguro?

—Vete a la mierda. Sí, quiero desnudarte, besarte y que hagamos un montón de cosas. Joder. ¡Ni se te ocurra quitarte la camiseta! —le advirtió Luke, al ver cómo la levantaba por encima de la cabeza. Marcus frenó y levantó los brazos con inocencia—. No te voy a juzgar por nada de lo que me cuentes. Voy a apoyarte y a escucharte.

—No se te da muy bien escuchar —le vaciló Marcus.

—Eso es solo cuando estoy enfadado, idiota —replicó Luke. Marcus suspiró y le contó su conversación en el vestuario sobre San Valentín. Después le explicó lo que pasó cuando terminó el partido. Su charla con Santos y cómo aquellos gilipollas se metieron con él. Luke le escuchó atentamente y le entendió—. Es una mierda, sí. Y entiendo que vinieras tan cansado. El fútbol a veces da asco.

—Quise contar la verdad. Y decir que yo tampoco soy como los demás. Luke… Me siento como un cobarde.

—No lo eres. Marcus, no te callaste cuando esos gilipollas se metieron con Santos. Hiciste bien contestándoles. Me alegro de que Konstantin sea un buen capitán.

—Yo también —admitió Marcus.

—Ah, y Santos tiene razón. Ese tal Dickinson es un gran futbolista y también jodidamente guapo, sobre todo recién despertado. ¿Sabes que el común de los mortales cuando nos levantamos parecemos un puto desastre? —le dijo Luke, acariciándole las mejillas con dulzura.

—Lo primero, no hay nada más sexy que tú cuando te acabas de despertar. Y lo segundo, Santos no dijo nada de eso. Oh dios. ¡Estás celoso!

—Yo… No. ¡Qué va! Para nada.

—Mientes fatal y eres tonto. Aunque Santos, o cualquiera dijera eso, lo ignoraría. Salgo con el hombre más hermoso del jodido planeta. Y le amo tanto que estaba dispuesto a celebrar San Valentín y a ser la hostia de cursi.

—Hmm, siento decepcionarte, pero ya eres la hostia de cursi —le recordó Luke, rodeándole con sus brazos—. Ah y yo te amo más.

—Así que soy cursi, eh —replicó Marcus mientras le mordía el cuello.

—Vas a seguir siéndolo, por mucho que me dejes el cuello lleno de chupetones —le advirtió Luke.

—¿Eso te gustaría? —volvió a preguntar con voz sexy. Luke se mordió el labio.

—Sí, pero sería difícil de explicar en la redacción.

—Puedes decir que has tenido una reacción alérgica —sugirió Marcus, antes de volver a morderle.

—No creo. Yo... Soy adicto a lo que me causa esta reacción.

—¿Quieres ir al médico?

Luke le respondió con una caricia que recorrió todo el torso de Marcus. Él ronroneó y en cuestión de segundos, sus bocas chocaron y sus lenguas se entrelazaron sin descanso.