OFFSIDE: SPORTS ROMANCE GAY
El bosque Kirklane
Una historia extra de Offside
Tania Albeira
3/13/20256 min leer



Esta historia extra de Offside está ambientada en el primer día de novios de Luke y Marcus. Ambos son alérgicos al aburrimiento. Era imposible que su plan consistiera en algo tranquilo.
El bosque Kirklane era uno de esos lugares que pasaban desapercibidos en todos los itinerarios turísticos del condado de York. Estaba en un lugar tan privilegiado como alejado de todo. Eso lo convertía en el sitio perfecto para un paseo romántico. Marcus le lanzó las llaves de su furgoneta y Luke sonrió.
—¿Me dejas conducirla? Quiero decir, que yo te dejo mi coche, pero… Nunca he llevado una furgoneta y…
Marcus no pudo evitar besarle. Luke estaba más nervioso que de costumbre, y eso no le gustaba, pero a la vez le resultaba adorable ver cómo se sonrojaba y hablaba sin parar.
—Luke, respira, y mírame —le pidió, acariciándole las mejillas con suavidad—. Estamos saliendo, pero para mí no ha cambiado nada.
—Me alegra mucho oír eso —ironizó Luke.
—Lo sé —le vaciló Marcus—. Lo que quiero decir es que, joder, soy yo el que debería estar nervioso y diciendo tonterías sin parar. No tú. Yo nunca he tenido un novio formal y, hay muchas posibilidades de que la cague. Lo digo en serio. No te rías.
—Vale, ya me he relajado —confesó Luke, más tranquilo después de oírle—. Y no vas a cagarla. Además, tienes madera de novio.
—¿Por eso me llevas al bosque?
Luke se echó a reír, y se olvidó de todos sus nervios absurdos. Con Marcus podía ser él mismo y nunca tenía que fingir. Después de calar la furgoneta un par de veces en la cuesta de Ground Hill y de que Marcus se desternillara de la risa, llegaron sanos y salvos al bosque Kirklane. Luke estacionó en un solitario aparcamiento de grava. Le había cogido el truco a la furgoneta y se atrevió a aparcarla en batería. Marcus rechazó la llave cuando Luke se la devolvió.
—¿Soy tu chofer?
—Eres mi novio.
—Me gusta cómo suena eso —dijo Luke mientras Marcus doblaba las mangas cortas de su camiseta para no asarse de calor—. Mierda, se me había olvidado que siempre te quemas con el sol.
—Sobreviviré. A otro viaje contigo conduciendo no creo —se burló Marcus.
—¡Serás capullo! —Luke quitó el tapón de su botella de agua y la agitó antes de apuntarle y mojarle con ella. Marcus soltó unas cuantas maldiciones en alto, pero se tapó la boca al instante.
—No hay nadie. Puedes chillar todo lo que quieras —le aseguró Luke mirándole divertido, después de mojarle la cara. Marcus le pidió la llave y él se echó a reír—. Pienso conducir de vuelta a Westbrown.
—Quiero que me lleves muchas más veces. Me gusta verte conducir, pero tengo sed. —Luke sonrió con picardía y le echó más agua—. ¡Joder, qué cabrón!
Cuando le abrió la puerta de la furgoneta, Marcus fue directo al maletero a por el sifón que guardaba allí. Le venía bien para hidratarse después de los entrenamientos, y genial para vengarse de Luke por haberle calado la cara y la camiseta. Apretó la parte de arriba y el agua salió directa hacia el periodista. Al oírle balbucear, Marcus le preguntó si decía algo.
—Sí. Que eres imbécil.
—Te pones muy sexy cuando me insultas —le piropeó Marcus—. Y, tranquilo, cuando volvamos, nos duchamos juntos y te dejo ropa para que no te enfríes.
Luke gruñó y le lanzó el agua que quedaba en su pequeña botella. Después se marchó corriendo a buscar un escondite entre los árboles del bosque. Marcus no había estado allí en su vida y, eso de orientarse no estaba entre sus mejores cualidades. Sin embargo, aquel lugar parecía hecho a posta para que nadie se perdiera. Enseguida escuchó la risa de Luke, tras un gigantesco pino, con la corteza casi rojiza.
—Mierda —farfulló Luke, rindiéndose cuando Marcus se plantó delante suyo, dispuesto a calarle—. ¿Podemos llegar a un acuerdo para que no me mojes sin piedad?
—Lo dudo.
—Eso te convierte en un novio pésimo.
—Podré vivir con ello —dijo Marcus riéndose y agitando en sifón para mojarle. Luke le miró con ojos de peluche triste—. Eres tan jodidamente adorable y mojable.
Al oír la última palabra, Luke echó a correr. Marcus esperó un poco y enseguida se encontraron en un pequeño prado rodeado de pinos piñoneros. Seguía haciendo bastante calor y el sol brillaba con fuerza a través de los árboles. El futbolista le mojó, pero de camino hacia allí, Luke había hallado un arroyo en el que pudo rellenar su botella, convertida en munición para esa improvisada y divertida guerra de agua. No tardaron en acabar empapados y con dolor de tripa de tanto reírse. Cuando se les terminó el agua, se tumbaron abrazados sobre el césped. Marcus acarició con delicadeza los labios de Luke mientras las gotas de agua caían sobre su frente y sobre sus mejillas rosadas.
—Hmmm… Son solo las doce y ya hemos tenido una guerra de almohadas y otra de agua — observó Luke, mirando de reojo su reloj de la muñeca.
—Antes de que acabe el día, deberíamos hacer varias de besos. No sé, podríamos dedicarnos las veinticuatro horas a tocarnos y corrernos, como si no existiera nada más en todo el jodido universo.
Luke hundió las manos en los rizos dorados y desordenados de Marcus mientras él hacía chocar sus labios y sus lenguas, dejándolos a ambos sin respiración. Marcus intentó quitarle la camiseta, pero por culpa del agua, se había quedado pegada al torso de Luke. Los dos se miraron sonriendo y recordando lo que ocurrió la primera vez que se enrollaron, hace ya casi dos meses. Luke tiró de la prenda hasta que pudo deshacerse de ella. La dejó sin ningún cuidado sobre la hierba. Había momentos en los que se volvía mucho más desordenado que el rey del caos que le estaba colmando de besos y caricias.
—¿Cómo de seguro es este sitio?
—Es más fácil que pase una manada de ciervos que un grupo de personas —respondió Luke con la respiración agitada—. Yo… Lo conocí con mis padres por casualidad cuando era pequeño. Fishpond Wood es popular. La gente cree que Kirklane es Mordor.
—¿Estás dispuesto a correrte en Mordor?
—Solo si te corres conmigo —respondió Luke, mordiéndole el labio inferior con deseo.
—Eso no va a ser muy difícil —jadeó Marcus mientras desabrochaba los jeans negros y ajustados de su novio.
Cuando empezaron a masturbarse el uno al otro los besos se volvieron caóticos y desordenados. Los gemidos se silenciaron en sus bocas, aunque Luke tenía razón y podían haber gritado sin que nadie les escuchase. Alcanzaron el orgasmo casi a la vez, temblando abrazados y negándose a soltarse.
—¿Te das cuenta de que llevamos un día saliendo y ya hemos tenido sexo en el bosque? —preguntó Luke entre risas.
—Espérate a que empiece la liga —respondió Marcus decidido.
—Ni de coña, Ricitos de Oro. No vamos a hacerlo en un estadio.
—Tienes muy poca credibilidad después de esto. —Marcus señaló el desastre que habían armado sobre la tripa de Luke.
—Mierda, nos van a pillar.
—Eso no va a pasar.
—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó Luke, aterrado por ese futuro apocalíptico que empezaba a torturarle después de uno de los mejores orgasmos de toda su vida—. En serio, me odio. ¿Por qué me da por pensar estas cosas?
—No somos tontos y ojalá no tuviéramos que hacerlo, pero sabemos escondernos. Se nos da la hostia de bien. Hemos estado en un montón de hoteles, escabulléndonos para estar juntos y nadie se ha dado cuenta —le recordó Marcus, casi bostezando—. Ah, y no deberías odiarte. Simplemente, cuando te corres, te da por pensar, y a mí por dormir. Tenemos orgasmos opuestos.
—Somos opuestos en muchas cosas. Tú eres de los Wanderers y yo del United. Escuchamos música distinta, y adoras las pelis de terror. Yo no puedo ni verlas. También eres increíblemente desordenado, tanto que, te pegas con las maletas para cerrarlas.
—No sé cómo he podido enamorarme de un maniático del orden aficionado a las películas cursis y al peor equipo de fútbol de la historia —le vaciló Marcus—. Pero ya no puedo hacer nada.
—No puedes, no —le aseguró Luke, antes de besarle de nuevo—. Y yo tampoco.